La próxima piel
por Violeta KovacsicsUn hombre y una mujer viajan en coche. El paisaje es agreste, de montañas escarpadas, nevadas. Hace frío. En el lugar al que se dirigen, un chico se ha rebelado y amenaza desde lo alto de un edificio. El joven está en un centro de acogida. Y el hombre y la mujer se dirigen a él para recogerle. Ella dice ser su madre, y quiere recuperar a su hijo, desaparecido años atrás. Con esto, podemos entender alguna de las claves de La próxima piel: por un lado, está el drama familiar; por el otro, la rotundidad del paisaje pirenaico en el que transcurre la película.
En un momento de La próxima piel, la madre del chico le pregunta si no querría mudarse al sur, de donde es ella, y afirma que nunca se acostumbró a vivir en el gélido norte. El frío cala en el paisaje de la película, pero la cámara incisiva y determinada de Isa Campo e Isaki Lacuesta revela que, bajo la nieva, hay una historia de pasión y de misterio, que se desata cuando el tío del chico reaparecido cree que este es un impostor. Las relaciones entre los personajes se ensanchan, en un entramado complejo, en el que la madre, el hijo y el tío van mudando de lugar en el tablero. Es más, lo que parecía un relato familiar se convierte definitivamente en un filme de suspense y de terror metafísico en torno a la fragilidad de la identidad.
El tío está interpretado por Sergi López que, de la mano de Campo y Lacuesta, ha encontrado un punto de pausa, y que compone un malo ambivalente, más cerca de lo humano que de lo monstruoso. Precisamente el tío es quien quiere ver en el chico que ha regresado a casa una suerte de monstruo, un impostor sin escrúpulos, que ha mudado de piel para poder tener una madre y un hogar. La madre es una Emma Suárez de gesto sobrio, convertida, gracias a dos películas que giran en torno a la pérdida y la recuperación del vástago perdido, en la actriz española de esta temporada. Y el chico es Àlex Monner, que brinda una interpretación visceral, terriblemente física, porque esta es una película de cuerpos, de suplantaciones.
En el fondo, todo en La próxima piel es visceral: su paisaje rural, el ambiente cerrado de una comunidad pequeña, los sentimientos acallados de los personajes perfectamente definidos en el momento en que, en pleno baile, el chico susurra algo al oído de la madre, y los secretos, enterrados bajo la nieve, de cada uno de ellos. La próxima piel se mueve con la tensión propia de un thriller y conmueve como el mejor de los dramas. Es una película tremendamente generosa con el espectador, que elabora con inusual clarividencia los códigos de los distintos géneros a los que se aproxima, y en la que, detrás del frío, se esconde una tragedia tan cálida como la sangre.
Lo mejor: Su generosidad con el espectador.
Lo peor: Alguna de sus subtramas.