Diana Kruger y algunas cosas más
por Quim CasasQue ganara el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa igual resulta algo exagerado en un año de fructífera cosecha con títulos como Sin amor (Loveless), Demasiado cerca (Tesnota), 120 pulsaciones por minuto, Una mujer fantástica, The Square, En cuerpo y alma o nuestra Estiu 1993. Pero que En la sombra obtuviera el premio a la mejor actriz (Diane Kruger) en el último Cannes me parece lógico: sin entrar en comparaciones con otras interpretaciones femeninas en el festival de la Riviera, el trabajo de la Helena de Troya de Wolfgang Petersen (Troya), la agente de la resistencia de Tarantino (Malditos bastardos) y la María Antonieta de Benoît Jacquot (Adiós a la reina) me parece lo más destacable de una película que, por otro lado, y sin renunciar a algunos de los temas habituales de su director turco-alemán, le da un giro interesante, aunque clásico, a la carrera del sobrevalorado Fatih Akin.
Aquí, aunque asume los dilemas éticos habituales en una historia donde acaba primando la venganza y el ojo por ojo, pero con aprovechables matices, Akin estructura mejor, filma con coherencia según los estados de ánimo de su protagonista y resuelve el conflicto dramático sin urgencias. Kruger encarna a una mujer que pierde a su marido (ex convicto y para muchos sospechoso aún de realizar narcotráfico) y su hijo en un atentando con bomba casera en el barrio turco de Hamburgo. Podría ser la reedición con personaje femenino de una olvidada película protagonizada por Jeremy Irons en 2001, El cuarto ángel (John Irvin), en la que un periodista perdía a su esposa e hija en el atentado terrorista en un avión y, en vista de la parca actitud policial y política, decidía emprender su venganza personal.
Algo similar le ocurre a Kruger aquí, pero el itinerario no es el mismo: menos rectilíneo, con mejores bifurcaciones. En la primera parte, la que atañe al duelo y la fractura de Katja, la protagonista, con el mundo más o menos feliz que ha conocido, el rasgo característico es la lluvia: el invierno de su descontento y una cortina gruesa de agua que no cesa, maquinalmente. La segunda parte acontece en las dependencias del tribunal donde se celebra el juicio contra los dos neo-nazis acusados de haber cometido el atentado: cine de juicios filmado a la clásica usanza con la particularidad de que la principal testigo es la madre y esposa de las víctimas, con la que la tensión (sobre todo de las miradas) se acrecienta minuto a minuto en la sala. La tercera, la de la venganza (y lo dejamos aquí para no caer en la tiranía del 'spoiler'), es, por el contrario, luminosa: la acción queda emplazada en la costa griega, con el mar siempre de fondo, aunque la luz otoñal (o quizás sea primaveral) no acabe de corresponderse con lo que corroe a la protagonista.
La resolución puede ser cuestionada. Incluso parecerá ridícula o absurda. O puede que sea lógica en virtud del punto en el que se halla la protagonista. En una escena poco verosímil, pero significativa, y de puesta en escena ampulosa, Katja se corta las venas y se deja ir en el interior de la bañera de su casa, pero un mensaje en el contestador en el último momento la arranca de entre los muertos y le permite revivir para dar un nuevo sentido a su existencia. El plano de ella escuchando una y otra vez el mensaje con un par de toallas anudadas en las muñecas para cortar la sangría no se lo cree nadie, pero entonces sabemos ya que ese nuevo sentido no existe, que Katja está tan condenada como los que mataron a su familia.
A favor: La interpretación de Diane Kruger y los giros anímicos más o menos creíbles.
En contra: Algunas escenas retóricas, absurdas o inverosímiles dentro de un contexto “realista”.