La idea es relax y diversión, y a poder, si Alex de la Iglesia atina con su humor y desparpajo, sonoras carcajadas de sonrisa amplia y abierta. ¿Lo conseguirá tan extremo, ocurrente y avispado director?, ¿presentará toda su osadía y desvergüenza, descaro y superrealismo?, ¿seguirá siendo fiel a si mismo? Veamos que tal...
“Escándalo, es un escándalo...”, de ingenio, locura y desmadre, tan absurda y disparatada que puede pasar lo que le de la gana a su comandante, caos y despropósito como estandarte y bandera de un guión acelerado y marchoso, chispeante y locuaz, avidez maestra de combinar una variedad rica de personajes, a cual más tronchante y pandereta, cuya rapidez labial y movimiento escénico dificulta captar toda la sagacidad y tontería verbal que expresan sin descanso, más una música atronadora y electrizante decorada con un estallido de color y un escaparate de baile que enriquecen lo que, ya de por si, es desternillante y sabroso.
Porque sí, funciona, cumple y es lo que esperas, su tráiler no engaña, las perspectivas se confirman y disfrutas de un circo loco cuya noria acelera el paso conforme pasan los minutos, cuya estratagema es no dejar pasar un segundo sin marear, alegrar y aturdir a la audiencia.
Nunca volverás a ver igual el especial de noche vieja, dicho aburrido programa que se repite año tras año, sin variación en su desganada oferta, cobra un nuevo matiz, perspectiva gustosa de alguien inteligente que supo ver en dicho clásico la oportunidad espléndida para recrear un argumento voraz y tremendo, revuelto nutritivo de toda clase de ingredientes donde sobresale la estrella principal, ese soberbio e imponente Rafael que luce como sólo él sabe hacer, apoyado magníficamente por una riqueza de secundarios imposible de nombrar por la calidad, ajuste y perfección de cada uno de ellos en su papel y lugar.
Siéntate y prepárate a pasar una velada genial, sin sentido, esperpéntica y desbordante en su expresión teatral, intercambio de diálogos punzantes cuyas sentencias liberan guasonas verdades sin salvavidas de santiguada educación social; es divertida, simpática y ratifica la risa y desahogo que buscas y necesitas, atropellada criatura que nada tiene que envidiar a familiares predecesores, pues como conjura finrmemente el inolvidable Rafael “quieres ser como enrique Iglesias, trepar y trepar hasta acabar con tu padre”, y si no lo consigue, le hace enorme sombra.
Este director bilbaíno desbarata su imaginación y deja salir toda su inventiva catastrófica para juntar elementos varios que se van perfilando por piezas buscando irremediablemente, como marca exclusiva de la casa, ese chiste coral, esos falsos figurantes, esa sonora recreación final de bomba atómica que todo lo barre y arrasa; gusta del exceso y no se priva, ama la barbarie y no se corta, sin límites ni freno abre la caja de pandora para escribir y rodar una cinta que elimina el aburrimiento, anima el cotarro y encanta a un alma entregada que aplaude y se enamora de tanto cachondeo, disparate, memez y desvarío que inunda a tropel la pantalla.
Repite formato, estilo y resultado, actores y delirio coloquial, perspicacia de malabarismo cuyo patrón pierde con intención su equilibrio para remate de vorágina conclusiva, nada como el sabor de casa para gozar de la velada.
Silencio que el espectáculo va a empezar, estate atento para no perder ninguna burrada cómica de esta aturdida parodia que cuida con minuciosidad cada centrímetro de su celuloide, estima de orgullo por lo realizado que el espectador absorbe al instante para esplendor grato de su distracción, regocijo y pasatiempo.
Su magia y brujería siguen en alto, sabe lo que gusta y lo ofrece con sonoro acierto; o le adoras o aburres, no hay término medio.
Lo mejor, el contagio de su espíritu contento, dicharachero y borracho.
Lo peor, le falta solidez y consistencia al recuerdo de tan gran noche.
Nota general 6,5