Del mismo modo que sería inútil esperar pacientemente a que el mar se secara, los amores imposibles nunca perecen. En cuanto dejan de ser posibles, desatan un fuego devastador. En Buscando a Eimish (2012), la chica del título encendía la llama de su chico en cuanto lo abandonaba; en Falling, ocurre algo muy parecido cuando la protagonista acude al encuentro de su pareja para zanjar la relación. Ana María Rosell, guionista y directora, introduce en ambos casos la imagen del corazón roto, pero no como icono clásico de ruptura, sino para recordarnos que muchas veces esas dos almas que se separan siguen, en realidad, correspondiéndose. Por eso, cada vez que se plantea o aproxima al momento fatídico, el foco se resiente o la cámara pierde el equilibrio en su intento desesperado de no perderlos de vista y aproximarlos. Porque detrás de ese tour de force que propone su autora a los dos intérpretes, Emma Suárez y Birol Ünel, hay una voluntad firme de capturar todos esas contradicciones y giros que pueden surgir en un par de noches de (des)amor. No en vano, el film se abre con una imagen de la pareja tendida frente a la orilla, expuesta por tanto a los vaivenes del mar.
Las olas vuelven y Falling, probablemente sin saberlo, reproduce la mecánica de otro film marítimo, Käre John (Querido John, 1964), donde un cineasta sueco, Lars-Magnus Lindgren nos desubicaba con un arranque abrupto, ininteligible, que volvía a retomar avanzada la trama. El efecto causado sigue siendo el mismo. Mostrar dos veces la misma secuencia sirve para que nos concienciemos, al principio, de nuestra condición voyeur y luego observemos cómo nuestra mirada ha evolucionado, se ha vuelto cómplice, y ya podemos acceder al lenguaje privado de la pareja protagonista. Sin abandonar la Suecia de los ’60 ni esa situación dialéctica, Ingmar Bergman mostró en Persona (1966) que uno, cuando habla, se vacía. Bibi Andersson acababa vampirizada por el silencio insistente de Liv Ullman, mientras que Emma Suárez va adquiriendo aquí la fuerza de quien recibe tardíamente una declaración de amor. La rima existe pese a que el sentido sea opuesto: una y otra evolucionan hacia un punto extremo, cercano a la muerte, interpretando un personaje llamado Alma. Y, por último, esa conclusión que las hermana: por más que la unión sea imposible, esta seguirá latiendo una vez alcanzada una categoría fantasmal.