Con el corazón partido, pues es Bourne, pero ya no es el que era.
Tenía muchas ganas de ver esta película, de completar la saga y acompañar a Jason hacia el final de su doloroso camino, por fin esclarecer los hechos y deshilar los motivos que iniciaron tan trágica carrera, descubrir el despertar de esa recuperada memoria y comprobar si tan larga espera, de misterio tan deleitado a lo largo de estos años, estaba al nivel de lo requerido y ansiado.
Porque Damon es mucho Bourne, y la efectividad de sus precedentes cintas, es un disfrute agradecido dentro de un género de acción que había olvidado los valores y exquisiteces de sus ingredientes y variables hasta su llegada; especialmente ese primer contacto con el aturdido héroe, quien te cogió firmemente de la mano para llevarte por su apurado y veloz periplo de confusión y escape, con emoción intensa y efusividad cortante, que ralentizaba la respiración dada su velocidad y reflejo creativo para entretener, al tiempo que confeccionaba un personaje de los que calan y dejan huella en el complacido vidente.
Soy fan de Jason Bourne -queda claro-, soy admiradora del trabajo de Matt Damon -que vaya por adelantado-, lo cual anticipa el nivel alto de exigencia al juzgar lo entregado, pues no valdrá una simple cinta de golpes, tiros y carreras sin más; se busca desmenuzar el corazón de un afligido superviviente que por fin se reconoce y sabe quién es y el por qué de lo sucedido, alma perdida, de obligado errante, cuya personalidad lúcida por fin se mira y reconoce, que no gusta, pues continúa con su infringido y martirizado emocional daño.
“Si, me acuerdo, me acuerdo de todo”, entonces ¿Jason o David?, ¿activo o por libre?, ¿agente de nuevo o vengador hijo?
Varios escenarios vuelven a combinarse para la exhibición trepidante de una cámara acelerada, que se mueve cual vertiginoso personaje sin tiempo a desviar la vista o digerir todo lo elaborado; nadie dudaba de que la parte técnica y escenográfica, de enfrentamiento cara a rostro, o a calculada distancia, iba a saciar las perspectivas demandadas; por tanto queda la referencia a la excusa que lo pone todo en juego, al nacimiento del mito y la ocultación de la persona..., y ahí, la verdad, no se han complicado la vida, a lo sencillo y seguro, el clásico ataque a un ser querido, y toda la ira y venganza endemoniada que destapa se usa a favor para lograr el marcado objetivo, ese por el cual se manipula para lograr acentuar el patriotismo.
“..., atormentado por lo que hiciste..., pero no sabes lo que te hicieron”; de todos, sólo uno juega limpio/los demás son alimañas venenosas que se traicionan unas a otras, él va a lo suyo/los otros cuentan con un ejercito logístico y físico, pero da igual, es Jason Bourne, no hay nadie igual, aunque el paso del tiempo queda reflejado en su aspecto y modus operandis.
No salgo del todo satisfecha/para nada estoy defraudada, sólo que, la simple y básica explicación dada no cubre la demanda; ya he avisado que ésta era alta y suele pasar que, cuando la mira se eleva tanto, nada cubre su reclamo.
No se si es ésa la respuesta a mi satisfacción media, pues es completa y firme respecto la caza del cazador cazado, parte visual espléndida, agresiva y enérgica, cortante y directa/parte dramática no tanto, no me convence; Tommy Lee Jones y el papel mezquino de la CIA se han ablandado, Vincent Cassel y la nueva devoradora de poder, Alicia Vikander, dan el tipo pero, cierta graduación portentosa y nociva se ha quedado por el camino, dejando todo el peso sobre la parte física, cuando junto a la sentimental y caótica, siempre habían ido a la par y al unísono.
No azota ni convulsiona como esperas, es robótica y cuadrada en su manual de ejecución fiera pero, no es lo que era, se evapora su esencia, se degrada su nombre, se desgasta su presencia..., no se quiere un episodio más de una infinita serie según dicte taquilla; Matt sigue en forma y aporta su indiscutible carisma, es un fantástico pasatiempo para diversión distendida de un rato grato, la acción es vertiginosa, el ritmo estrepitoso pero, me reitero..., se evapora su esencia, se degrada su nombre, se desgasta su presencia, no se quiere un episodio más de una serie infinita según dicte taquilla y, por desgracia, parece ser que Bourne está en manos más codiciosas que las de la propia CIA..., en posesión de esa calculada recaudación prevista, que deja de cuidar y tener en cuenta el corazón de quien les llevó al éxito en que se encuentran.
“La privacidad es libertad” y nuestro vapuleado temerario está aprisionado en manos de Paul Greengrass, quien realza los enteros del combate corporal, pero rebaja el martirio de su desdicha y pena.
Muy óptica/poco emocionante, espectacular visualmente pero, sin aliciente; que Jason Bourne se olvide fácilmente tras su visión es un delito imperdonable.
Lo mejor; Damon y la acción.
Lo peor, Greengrass desvaloriza la tragedia del reaparecido ex agente.
Nota 6,3