Posibilidades y ambición
por Alberto LechugaRobinson. Una aventura tropical empieza con una simpática vuelta de tuerca al clásico de Daniel Defoe: unos piratas se aproximan a una isla llamados por el humo que se desprende de... una vivienda en llamas en la copa de un árbol. Una casa de la que cuelga Robinson, rodeado además de animales variopintos, entre ellos una cabra que parece aprovechar la situación para rumiar la mano del náufrago. Una estampa estrafalaria que, precedida por una persecución entre un oriundo gato bodeguero y unos ratones filibusteros, ya sitúa todas las cartas sobre la mesa: este Robinson animado basculará entre el ajetreo caligrafiado a través de vertiginosos travellings y la comedia que se desprende de lo pintoresco de su propio planteamiento. Un planteamiento original – Robinson Crusoe contado por los animales que habitan la isla donde naufraga – que, sin embargo, solo ahondará con ingenio de manera excepcional. Más allá de pequeños apuntes – la sobria muerte de uno de los más carismáticos personajes, esa bizarra convivencia gatuna en la cueva-, Robinson. Una aventura tropical no quiere desviarse del camino ya trazado y se conforma con ser una correcta y funcional comedia animada dirigida a los más pequeños de la casa; la enésima historia de personaje que sueña con ver mundo y que acaba descubriendo diversos valores durante su aventura (en este caso, la amistad, la tolerancia, el trabajo en equipo...).
Conviene aclarar que nWave Pictures, el estudio de animación belga que desarrolla este Robinson, proviene de un mundo particular, el de las películas cortas en 3D (y 4D) para los parques de atracciones, ya sea en formato “attraction films” (las cinemáticas que acompañan a las instalaciones recreativas), en “ride simulation” (las películas de inmersión que simulan un recorrido) o en fórmula de documental de gran formato (habitualmente para pantallas IMAX). Y conviene aclararlo porque es precisamente en la traslación de los códigos de esos formatos al largometraje animado donde nWave ofrece su mayor foco de interés y donde cabe desear que la compañía haga hincapié si quiere postularse algún día como compañía animada con entidad propia. Está claro que, hoy por hoy, nWave, no puede compararse con otros estudios animados millonarios en dólares y talento (Pixar, Disney, Dreamworks...). Mientras a las películas de esas macro-empresas hay que buscarlas en el vértice del box office global, las películas de nWave encuentran su espacio natural en el mercado doméstico. No se trata de algo peyorativo, es una simple realidad: nWave no tiene los recursos para competir de tú a tú con los referentes del cine animado para toda la familia a los que replica. No es difícil imaginar por tanto que la disparidad entre las excelentes texturas del mar y el exiguo entorno de la isla responde a motivos económicos. Evidencia especialmente notable también en el contraste entre la buena animación y diseño de algunos personajes (Robinson, Martes, los piratas...) y la deficiencia de algunos de sus compañeros del mundo animal. Una vez aceptada esa premisa, cabe preguntarse entonces si nWave tiene ambición y talento para sobreponerse a ese escollo. Y a ambas preguntas hay que responder con un cordial encogimiento de hombros. Si bien Robinson. Una aventura tropical se hace digna cuando apuesta por lo que la hace diferente – sus destellos formales con el 3D y el travelling trepidante, la personalidad europea que anida en algunos resquicios de su libreto –, desconcierta su desigual afán por la excelencia: su raquítico libreto y su convencional desarrollo transpiran un conformismo que no acepta excusas. Con todo, la mejoría de La Casa Mágica y este Robinson. Una aventura tropical respecto a los primeros films de nWave (Vamos a la luna, Las aventuras de Sammy) parecen apuntar a una cierta progresión.
Lo mejor: el background creativo de nWave aporta aire fresco