El extrarradio como campo de batalla
por Violeta KovacsicsDheepan huye de Sri Lanka a Francia. Lo hace junto a una mujer que no es su esposa y con una niña que no es la hija de ninguno de los dos. Con esta familia inventada, el protagonista pretende conseguir asilo político. Lo que los tres encuentran en la banlieue francesa dista mucho de la vía de escape de las crueldades de la guerra que esperaban. Los suburbios que filma el director Jacques Audiard en Dheepan son un espacio en pie de guerra.
Audiard ha realizado una película excesivamente ambiciosa. Su mejor baza es el retrato de la banlieue, con un claro discurso político: se les ofrece una salvación a los inmigrantes que provienen de países en conflicto, pero el escenario en que se instalan es un nuevo campo de batalla. Audiard presenta el lugar de manera eminentemente clásica, con un plano general y con una serie de secuencias que van describiendo el espacio: el ascensor que conduce al apartamento de uno de los cabecillas de las bandas que habitan el barrio; el piso de los protagonistas, que está a pie de calle; etc. En este sentido, Audiard, un cineasta al que le gusta alzar la voz en sus películas, consigue que Dheepan construya su discurso político a partir de algo tan sencillo como la descripción del espacio.
Audiard plantea una película que se maneja entre el cine social y el género, entre la denuncia y una acción que tarda en explotar, entre el drama y el cine bélico. Dheepan, el hombre que da título a la película, debe enfrentarse a sus fantasmas, los de una guerra en la que jugó un papel activo. Lo curioso del filme es que hace de esta suerte de guerrero convertido en padre de familia el eje en torno al que gira todo. Él da título a la película. También, da sentido a la parábola en torno a la guerra que quiere proponer Audiard. Sin embargo, el filme insiste en otorgarles historia a las dos mujeres que le acompañan, a una niña que no sabe cómo encajar en su nuevo hogar y a una mujer que vive con un hombre al que no conoce. Audiard les ofrece trama, para luego convertirlas en meros accesorios del retrato del héroe.
Lo mejor: Su retrato de la banlieue.
Lo peor: Que tarda en explotar su costado más de género.