La realidad supera siempre a la ficción.
Cuántas y cuántas veces hemos dicho u oído esta frase?
Respuesta:
Las mismas que olvidado.
Es así, las carteleras de los cines nos inundan con imágenes de superhéroes con poderes de todo tipo, monstruos terroríficos de ojos inyectados en sangre, explosiones espectaculares que producen océanos de humo y fuego, hombres y mujeres de sonrisa “Profiden”. Todo muy “de ficción”.
Y qué hay de eso en la realidad?
Respuesta:
Todo eso y más, elevado al cuadrado.
Hay sonrisas capaces de hacernos enamorar en fracción de segundo, hay explosiones en noches oscuras que hielan el corazón a niños asustados, monstruos que con un sólo gesto pueden destruir miles de vidas.
Pero Wonder sería la parte de realidad que supera y con creces a los superhéroes de capa y licra.
Wonder habla de un superhéroe en concreto, de uno capaz de dar una paliza a Superman y al Capitán América juntos para luego irse de excursión con Robin y los Teen Titans.
Wonder habla de un superhéroe llamado August, un niño que comienza el cole y ha de enfrentarse a un mundo irreal, de miles de máscaras al que poco a poco va desenmascarando y convertirlo en real.
Eso, amigas y amigos, es básicamente Wonder, el poder de August de transformar los miedos e hipocresías, las falsedades y las mentiras, los centros de universo imaginarios,...todo eso, en realidad.
Y cómo lo consigue?
Pues básicamente comprendiendo que lo que nosotros u otros consideran “feo” tal vez sea lo que nos transforma en especiales y acaba dando nuestra mayor fuerza.
Y para esa hercúlea tarea recibe cómo no la ayuda del ser más poderosos del universo.
Thanos? Luke Skywalker?
No, también en esto la realidad supera a la ficción.
De quién tendrían pavor incluso los propios Dioses?
Sí, lo habéis adivinado. De las madres.
Y es que August tiene una madre...como decirlo. A Batman le temblarían las piernas de cruzarse con ella.
Las madres son capaces de todo por un hijo, así es Isabel Pullman (Julia Roberts) quien no duda en poner en “stand by” su sueño de ilustradora por volcarse en cuerpo y alma en August.
Su padre, Nate (Owen Wilson), un friki cachondo, todo un animador, es el encargado de desatascar las situaciones más densas y poner esa chispa de risas tan necesarias.
August… es un chico inteligente, enérgico, soñador, fan de Star Wars, buen amigo y mejor hijo.
Entonces cuál es el problema?
Ninguno, August tiene algo especial, su cara no es de la forma y aspecto de las habituales, de hecho en primera instancia es incómoda de ver.
Con este hándicap August afronta una nueva etapa de su vida la cual hasta el momento ha pasado bajo la protección y tutela de sus progenitores.
Y es así como August Pullman (Jacob Tremblay) encamina su primer día de clase, pensando erróneamente que su rostro es un hándicap cuando en verdad es la fuente de su fortaleza.
Por ello decide llevar un casco de astronauta, pues, como buen seguidor de las aventuras de Han Solo y Chewaka que es, uno de sus mayores sueños es viajar por el espacio.
A esta historia principal la rodean otras quizá (o no) secundarias.
Por instantes nos adentraremos en el mundo interior de su hermana Olivia (Izabela Vidovic), de sus miedos, también de sus envidias, de su rabia por saberse secundaria en un mundo donde todo parece girar en derredor de su hermano August.
También nos pondremos en la piel de otros niños del colegio al que irá nuestro protagonista.
Y todo esto durante un viaje en el cual el centro no siempre es el mismo, aunque hay una máxima común: el viaje de encontrarse a uno mismo, el de evitar ser un personaje, un ser de ficción al fin y al cabo, para ser nosotros mismos.
Darse cuenta que no sólo nosotros construimos una ficción, también lo hacen los demás impulsados por los mismos miedos.
Una vez que desenmascaramos tantas mentiras ajenas y propias, una vez que descubrimos el telón nos queda lo real, y como ya dijimos, la realidad siempre supera a la ficción, y elevada al cuadrado.
Saludos desde la tumba.