¿Realmente existe, o es cosa de su cabeza?
Damisela solicita un caballero, firme y decidido, guapo y osado que la salve del dolor que está sufriendo, por esa injusticia -da igual la que sea- que la oprime y amarga y de la cual, el inevitable enamorado, la rescatará para felicidad merecida de ambos; luego añadimos los extras, un hijo inocente, un malvado marido y la vida de la madre y su retoño en peligro de muerte, ante cual auxilio acudirá este corpulento, musculado, sufridor pero honesto y fiel campeador a su rescate.
Pero él viene con propio equipaje de tormentos y resquemores de un pasado dañino, sabe de primera mano lo que es el dolor, el desespero y el sangrado emocional de quien debe padecer una situación inmerecida, pero afrontarla con rematada valentía.
Se martiriza, sin control ni dominio, con ese desgarro sentimental que le corree por dentro, al tiempo que intenta cumplir con su trabajo y mantenerse cuerdo; es bueno, valiente, honorable y preocupado, aunque la ansiedad, alucinaciones, jaquecas y sudores no le permiten mantener esa convivencia equilibrada de quien era.
La continúa e imaginativa observación, de su penetrante mirada lasciva, confecciona esa lectura urgente de socorro, romance y defensa que tan magníficamente representa un espléndido y portentoso Matthias Schoenaerts, quien eclipsa la cámara, hipnotiza la visión de la audiencia y acapara toda la atención y logro de un desencajado guión que vive al tiempo en dos realidades, ambas con esa fuerza, marcaje y tirantez de ese lobo solitario que magnifica en exceso a sus contrarios, una inteligente y decisiva interpretación, santo, peso y seña de todo el reconocido valor de la cinta.
Acción, inquietud y misterio se combinan con efectividad intranquila, para ese objetivo de distracción y entretenimiento moderado; argumento, de violencia efusiva, como descarga de la frustración y rabia de la razón a través del cuerpo, un compás lento y progresivo en nervio y misterio para conocer al trastornado devorador, devorado por si mismo, que se complementan con la energía y contundencia expresiva de su protagonista, ese héroe guardaespaldas quien, ante la permisividad del mal, opta por la complicada ruta del bien, caiga quien caiga, incluso el mismo si la amada se salva, incluso si es invención delirante y confundida de unos ojos que recrean lo que sólo existe para si mismo.
Resquebrajado caminar, de intensas emociones, que la película y su rodaje despiertan con absorción curiosa; se busca a un bueno que castigue a los malvados, amor irrefrenable y la oportunidad de unir los pedazos y confeccionar ese vibrante tapiz de quien, tras pelear y luchar por le querido, logra la recompensa de su triunfo..., pero las secuelas de lo vivido marcan y dejan huella insondable que entorpece el deseo de presente; complaciente y desconcertante, lejos queda de lo que el tráiler insinúa, se valora con gusto interés una vez se han olvidado las engañosas perspectivas de venta creadas por éste; sí, hay romance, sí, hay drama, aunque no de una forma convencional y sana.
Lucha consigo mismo por mantenerse ecuánime y sensato, aunque difícil cuando los fantasmas acosan su percepción, montan visiones y le embellecen la precariedad actual; un trabajo sencillo, que se complica por implicación de unas sensaciones nacidas de la desorientada alma propia, soledad agresiva, de dureza sin compasión ni bondad, que expone una personalidad que ya no es la que era, y que trata de hallar un lugar estable desde el que seguir existiendo.
Trastorno conflictivo de un individuo inquietante y aturdido que sabe afrontar la agresividad y la supervivencia, pero no relacionarse con la sensibilidad y emoción de quien le observa pero no le ve, pues anda muy oculto disfrazado de placer sangriento en el combate.
Una producción francesa, de Alice Winocour, de un hombre sólo ante los peligros de su mente perturbada, efectivo para golpear/nulo para amar, aunque es lo que más necesita y desea; la Maryland real y la Maryland de su cabeza se confunde pero no tocan, menos permiten la caricia estimada.
Lo mejor; el carisma absorbente de Matthias Schoenaerts.
Lo peor; no aporta información comparativa desde otra mirada.
Nota 5,7