Lo lograron
por Alberto CoronaHay una cuestión sobre el Universo Cinematográfico de Marvel a la que ni los espectadores más hastiados pueden seguir permaneciendo ajenos: la certeza de que nunca se ha visto nada igual en toda la historia del cine. El experimento iniciado con Iron Man, de hecho, sólo tenía como precedente los cómics en los que se inspiraba, y nunca faltaron las voces escépticas burlándose de la megalomanía de Kevin Feige y de lo ridículamente pomposo que sonaba todo aquello de las fases. Las apariciones de un tipejo llamado Thanos en las escenas poscréditos y las continuas menciones a unas Gemas cuyos nombres jamás nos aprenderíamos, al principio, no merecían otra consideración que delirios del 'fanservice'. La insistencia de los productores en hablar de un plan maestro, mero abrillantador de las estrategias comerciales de siempre. La sucesión de secuelas y 'crossovers' con unos estándares de calidad forjados a fuego, una huida hacia adelante de tantas. Pero hete aquí que Vengadores: Endgame demuestra que la huida no era tal. Que se trataba de un camino perfectamente planificado, que ha llegado justo donde siempre se había propuesto llegar. Desde 2008. Hace más de diez malditos años.
Como culminación de una maniobra industrial ridículamente ambiciosa, la película de Anthony y Joe Russo es un triunfo rotundo. Como respuesta a la implicación emocional de miles de fans que han ido visitando el cine de forma periódica a lo largo de esta década, Vengadores: Endgame es directamente un escándalo. Algo que se empieza a percibir desde el momento en que te enteras que la película en cuestión dura tres horas justas —desde el tríptico de El señor de los anillos ningún 'blockbuster' había exhibido esa duración, y es probable que en Marvel hayan sido perfectamente conscientes de esto a la hora de delimitar el fenómeno—, y asistes conteniendo el aliento a unos primeros compases que se toman todo el tiempo del mundo porque, bueno, saben que lo tienen. Tiempo para dedicárselo por entero al elemento que siempre ha vertebrado el MCU y que con mayor convicción ha defendido sus virtudes: los personajes. Tiempo que era justo lo que le faltaba a la extenuante Vengadores: Infinity War, y en torno al cual se sacrificaban arcos e introspecciones. No parece casual, en ese sentido, que Endgame suponga una refutación de todo aquello que no funcionaba en el anterior 'crossover' de los Vengadores, empezando por su espectacularidad mal entendida y acabando por esa reunión de héroes que sólo se limitaban a aparecer para lanzar un par de guantazos y luego, si acaso, desvanecerse en una nube de polvo.
En cambio, la cuarta película dirigida por los hermanos Russo para Marvel dosifica la acción de un modo que llegaría a ser kamikaze si no contara con una confianza tan robusta detrás, y prefiere invertir esa ingente cantidad de minutos en que los cientos de personajes que hemos ido conociendo a lo largo de estos años hablen mucho entre sí y vayan correteando de un lado a otro beneficiándose de un músculo cómico que pocas veces había rendido tan bien fuera de las entregas galácticas de James Gunn. Porque la mejor noticia radica en que Endgame no es en absoluto la película épica de tres horas que muchos nos temíamos, sino una historia de ligeras y divertidísimas aventuras que sólo llega a alcanzar ese minutaje porque tiene demasiadas tramas que cerrar y un fandom inmenso al que sabe exactamente cómo contentar. Y al que contenta. Continua, furiosamente.
Puede que, en más de un sentido, Vengadores: Endgame sea una obra previsible. Que, de tanto como había en juego, no haya tenido más remedio que adoptar la forma exacta de la película que todos teníamos en nuestra cabeza. Pero por eso mismo hemos de agradecer tanto la sensibilidad depositada en todos esos detalles entrevistos, insinuados hasta ahora; en cada diálogo, en cada relación personal y, sí, en cada batalla multitudinaria donde se crucen los 'one liners' y se precipite el fin de fiesta.
De modo que sí, parece que lo lograron. Al final lo lograron. Y nunca estaremos lo suficientemente agradecidos por haber vivido este hito en riguroso directo.