Un timo de buen corazón, pero garra escasa.
Ni cómica ni dramática, ni graciosa ni emotiva, aunque pretenda abarcar ambos campos a partir de esa composición clásica, de dueto antagónico, que ya popularizaron los inolvidables Laurel and Hardy (el gordo y el flaco).
Uno guapo, con buen cuerpo, arrogante y presuntuoso/el otro triste, torpe, patético y un poco sobrado de peso, pareja avenida que debe proporcionar esos momentos de humor y diversión, intercalados con otros tanto de emoción y cariño; resuelta mezcolanza, de práctica añeja, cuya aventura no acaba de encontrar su acomodo, para realizar su objetivo con seguridad cumplida de éxito.
Egoísta celebridad local de la radio, aspirante a un destino más extraordinario, crea a partir de su altivo ego, orgullo tendencioso y con la estimable ayuda de su incompetente técnico, toda una farsa de reportaje para gente ignorante y crédula, desde zona colombiana en guerra, sin moverse de casa, que se irá complicando conforme las mentiras suban de peldaño y la resolución de todo el tinglado se les vaya de las manos; chulería y encanto van tejiendo esa amistad profunda y honesta, que les hará apreciar lo realmente importante, estimar, respetar y valorar al otro.
Simpatía como motor para situaciones de lectura sencilla, que no logran la aspirada risa ni la posible ternura, más bien camina uniforme y estable, a veces demasiado apático -pues recitar texto, sin más, no es sinónimo de captar la atención y seducción de la audiencia- por los pasos marcados, sin que explosión alguna los certifique.
“Peligro es mi segundo nombre”, el del actor Eric Bana -cuya chispa natural es desperdiciada-, en cordialidad conectiva con Ricky Gervais, su compañero de reparto, jefe director y guionista al paso, un tres en uno para ese escrito ameno y maleable que aspira a sátira efervescente y que apunta a varias referencias, sin corroborar ninguna de ellas, pues está atorado y enfrascado en una gracia y sensibilidad que nunca surgen.
“Lluvia de ideas” solicitan los desesperados reporteros en apuros, aunque no, precisamente ese no es su fuerte; más bien moderado costumbrismo, de hacer con voluntad algo rutinario, que no destaca pero que cuela por la química de los actores y por el buen rollo genérico que desprende pues, cierto es que entretiene y no aburre..., ahora ¿suficiente?
El libreto carece de ironía malhechora, de perpetrada sagacidad para dar donde más duele y que el humor negro inunde la pantalla; Gervais nunca se atreve a ser social o políticamente incorrecto, no da movimiento a sus personajes ni armas lingüísticas para que luzcan todo su posible salero, su argumento nunca peca de soberbia creativa, ni de golpe contundente, más bien se mantiene gracias a flashes esporádicos que brillan en el momento, pero que no mantienen la llama encendida todo el trayecto; su apagada actuación se ve cubierta por los buenos actores con los que se rodea, pero no evita la sensación de por-no-equivocarse, por-no-fallar se limita a algo banal y pasable, no optando a la relevancia de un primer premio.
Adaptación de una comedia francesa, de mismo nombre, abre camino con un pretendido estímulo y válida curiosidad que van cediendo nota en su progreso buscando la benevolencia y amabilidad, el agrado superficial de la concurrencia.
Sin haber nada malo en ella, es útil como distracción media aunque, se esperaba más ardor e inteligencia, genio y habilidad del co-creador de “The office”, magnífica serie, mordaz y picante, lo que le falta a esta bonachona cinta.
Lo mejor; momentos aislados de Vera Farmiga y Eric Bana.
Lo peor; Ricky Gervais, falto de afilada agudeza en sus ideas.
Nota 5,4