Vida de un misántropo
por Paula Arantzazu RuizQue el cine es el terreno para que los gruñones den cuenta del porqué de su misantropía es un hecho consabido, pero en tanto que cada cinematografía tiene sus particularidades, también así los cascarrabias que las pueblan. En el caso del cine sueco Ingmar Bergman puso el listón muy alto a la hora de sospechar de la bondad humana, por lo que es lógico que, como sucede con el nordic noir y otros géneros nihilistas, en los países del norte de Europa cultiven como pocos las ficciones sobre el rencor hacia los otros. Y bajo estos parámetros se presenta ahora la adaptación de Un hombre llamado Ove, la novela de Fredrik Backman, película escogida por Suecia para representar al país en los Oscar y Mejor comedia europea en los últimos Premios del Cine Europeo, que, por poner puntos sobre las íes, nace y se desarrolla al calor del éxito literario y cinematográfico de El abuelo que saltó por la ventana y se largó, de Jonas Jonasson, llevada en 2013 al cine por Felix Herngren.
Ove no es un abuelo pero sí un señor a quien, rozando la tercera edad, se le han quitado las ganas de vivir después de que unos jovenzuelos con MBA bajo el brazo le digan que su función en la empresa de ferrocarriles en la que trabaja ya no necesita de sus servicios. Pero ese no es el único motivo por el que vive fastidiando a todos sus congéneres: Ove es un hombre viudo que echa terriblemente de menos a su esposa muerta. Lógico que una y otra vez quiera colgarse de una cuerda, a pesar de que por una razón y por otra no logre el objetivo de suicidarse. Entre intento e intento, el director de la adaptación, Hannes Holm, nos enseña las razones que explican tanta amargura en vida –el pronto deceso de la madre, la inesperada muerte del padre, el adiós de su mujer–, en un ejercicio de repaso biográfico bastante previsible pero a la postre entretenido.
Así las cosas, en Un hombre llamado Ove no encontramos todo el Bergman que cabría esperar y sí demasiados guiños a un tipo de dramedias destinadas a complacer a la platea; trabajos de producción correcta pero sin apenas riesgo dramático. Es cierto que el ritmo narrativo del filme conjuga con buena mano los flashbacks y el vaivén drama-risa, pero ello no es óbice de que el largometraje apenas destaque entre los muchos trabajos de similar perfil que de un tiempo a esta parte han tomado el género. Con la cinta de Holm en la palestra tal vez el modelo de protagonista misántropo de férreos valores humanos debería comenzar a repensar su fórmula para no caer en el cliché.
A favor: Siempre es agradable que alguien nos recuerde que la vida muchas veces es un asco.
En contra: El maquillaje y peluquería de la película. El postizo del protagonista desluce su mala baba.