Cadena de favores
por Daniel de PartearroyoPor si después de Pie de página (2011) hacía falta confirmar la intuición de que el cineasta neoyorquino Joseph Cedar podría presentarse como una suerte de heredero de la dimensión más tragicómica de los hermanos Coen, su película siguiente lo deja claro desde el mismo título y su estructura marcada en cuatro actos. Norman: El hombre que lo conseguía todo se presenta a ritmo de klezmer como una parábola judía sobre la ambición y el tráfico de influencias que bascula constantemente entre la tragedia sombría y el humor irónico. Richard Gere abraza con entusiasmo uno de los papeles más interesantes de la última etapa de su carrera: Norman Oppenheimer, un veterano charlatán engatusador que se las apaña para relacionarse a golpe de labia y pequeños favores con las más altas esferas de la comunidad judía neoyorquina.
La "carrera profesional" de Norman toca techo cuando conoce a Misha Eshel –interpretado por Lior Ashkenazi, uno de los protagonistas de Pie de página –, un ministro israelí descreído pero con ambición suficiente para presentarse como candidato a primer ministro del país. El fortuito encuentro de este político con Norman ante una lujosa tienda de ropa de Manhattan podría haberse quedado en un espectáculo de incomodidad y vergüenza ajena muy del gusto de Larry David –y, a la postre, lo mejor de toda la película–, pero termina revelándose como el sencillo planteamiento de una posterior serie de golpes de efecto que irán enredando al protagonista cada vez más en una compleja cadena de favores donde intervienen desde su sobrino abogado (Martin Sheen) hasta una investigadora contra corrupción (Charlotte Gainsbourg), pasando por un rabino (Steve Buscemi).
Cedar es capaz de insuflar una ligereza endiablada a la narración, sin que por eso las secuencias parezcan unas apelotonadas encima de otras. Al contrario, sabe cuándo tomarse su tiempo para reforzar la relación entre los personajes mediante los diálogos y cuándo destaparse con grandes elipsis o síntesis de montaje. Como si fuera la voz del propio Norman, intentando enredarnos en sus requiebros verbales, frases blandas y promesas fantasiosas, la película consigue hacer entretenido un material tan poco carismático y, a la postre, cansinamente pensado como su protagonista. Habrá que seguir con interés la carrera de Cedar. Ha conseguido ejemplarizar la máxima de adecuación de forma y fondo en un campo realmente insólito: el de la fábula con retranca.
A favor: Richard Gere no sólo tira de oficio: también aporta alma a su papel.
En contra: Es tan poco memorable que se olvida con la misma media sonrisa con la que se ve.