Hábil para variar, el viejo Scott de nuevo llega el primero y se adelan
ta a quienes ejerciendo la misma profesión rivalizan con él en presti
gio.
La película es espléndida, sin lugar a dudas una de las mejores este año. Y ya desde las primeras imágenes lleva impresa esa marca que distingue a las producciones de su autor.
En cuanto a los tres relatos -un triángulo: una mujer, dos hombres,
y la evidencia de que ninguno de los dos sabe amarla..-, quizá el director haya trazado, a pesar de su pericia, un diagrama algo esquemático y menos sutil al retratar a los autores de los dos primeros, tomando partido por la versión tercera de los hechos -la femenina-, en cualquiera de los casos, dolorosa, a ratos difícil de mirar, y sí: la más veraz..
El capítulo final, extraordinario a todas luces, no escatima en lances de escabroso realismo. Un combate a cara o cruz cuyo desarrollo, espectacular y dramático, es más que nunca reflejo vivo de la violencia y su reverso veleidoso, y da cuenta de hasta que extremos los dos caballeros son también prisioneros de los procedimientos de unos tiempos poco civilizados: ambos hombres son el tenue espejo de orígenes o caracteres contrapuestos, si no de extracción social distinta. Llegados a este punto, el espectador, cómodamente senta
do, se inclinará por Jean de Carrouges o Jacques Le Gris..
En otra ocasión será menester un análisis más minucioso -que haré yo o harán otros-, incidiendo ya en la narración sin desvelarle la tra
ma ya a nadie, abordando la interpretación de los sucesos, desentrañando su significado, y tratando de explicar cuál es el alcan
ce del film visto ya su desenlace.
Dará que hablar..