“Por decirnos que no somos los únicos”.
Está bien, vamos a hacer esto una última vez. Queens, huérfano, tía May, estudiante de secundaria, arácnido radioactivo, mordedura, transformación, ¿por qué todo se pega?, descubrimiento, paranoia, dominio de poderes, entrada del villano, alter-ego, beso de cabeza bajo la lluvia, enfrentamiento, dilema moral, rescate de su amada, combate definitivo, ciudad a salvo una, dos, tres… cientos de veces, amor eterno, noticias, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, inspiración infantil, homenajes cívicos, ah… y por cierto, encuentro con una lata, emblemática canción introductoria, vergonzoso baile público y vergonzoso look, todo un bucle perenne. Así las cosas, ¿la humanidad necesitaría una cinta más conociendo de memoria el patrón?
Ver “Spider-Man: Into the Spider-Verse” es ver la consecución del sueño de un grupo de visionarios que, sin imaginarlo, han inspirado a millones y millones de personas con una pieza de arte de magnitudes inusitadas entre el competitivo y mirifico cine de animación moderno, al tiempo que han inyectado denuedo, personalidad y brillantez tanto dentro de Sony Pictures luego del golpe bajo que significó “Venom” el agosto pasado, como dentro de Marvel Studios y su correcto y casi predecible tratamiento live-action.
Un hito dentro del género animado mainstream: Disney y Pixar, esta vez, pierden la corona. Se juega en ligas diferentes y sus dos únicos estrenos programados para el 2018, “Incredibles 2” y “Ralph Breaks the Internet,” son favoritas entre las listas de las mejores películas del año, pero, por su disruptivo comportamiento y vehemente frescura “Spider-Man: Into the Spider-Verse” es, de entrada y sin hesitación, el filme de animación no-stop-motion— aclaración pertinente en favor a la proeza de Wes Anderson, “Isle of Dogs”—del año y uno de los más envigorantes, desternillantes, propositivos y significativos de toda una década.
El departamento de arte liderado por Dean Gordon y Patrick O'Keefe y el diseño de producción liderado por Justin Thompson han conseguido algo realmente valioso: ser diferente, meta-discursiva, auto-paródica, insospechadamente leal al especial estilo de Steve Ditko y, a la vez, agresivamente dinámica, progresista y encandilante; chicos, estamos hablando de una animación digna de Oscar.
Las imágenes, psicodélicas e híper-estilizadas, giran y saltan, suben y bajan durante toda la función; la composición de cada fotograma, milimétricamente cuidada en diseño, color y movimiento, es un total deleite, digno de múltiples visitas y revisiones. La fotografía es de primer nivel, por supuesto, con shots que van de lo emblemático a lo simbólico, de lo auto-referencial a la más deslumbrante originalidad, pero es la cinematografía la que se apodera hiperactivamente del corazón y la mente del espectador. Todas y cada una de las secuencias son visceralmente atrapantes, quirúrgicamente planteadas y magistralmente llevadas a cabo; sus raíces artísticas de comic y animación por computadora sobrepasan, en muchas ocasiones, a ciertas prolijidades de Pixar y Disney, en parte, por el nivelado cuidado entre perfeccionismo y frescura, imprimiendo un toque tan especial y único que convierte la experiencia en un caleidoscopio de altas revoluciones que no se detiene siquiera en los títulos de crédito. Es un monumental homenaje al tan icónico estilo místico y retorcido que impresionantemente Ben Davis intento hacer justicia en el live-action de “Doctor Strange” dirigido por Scott Derrickson; aquí, todo toma sentido al percatar que es el mismo historietista al que Stan Lee acudió para ilustrar estos dos mundos; un genio, una legenda, su nombre, Steve Ditko, quedara grabado, por honor, respeto y gloria, en los anales del comic.
Más allá de los diferentes géneros que abarca, es gran cine, punto. Como pieza cinematográfica general, inclinada instintivamente más hacia el drama social que al mega-espectáculo, el filme triunfa sobremanera en sus mecanismos y propósitos, así como en el balance que ejerce sobre todo el metraje entre trepidante narrativa y efervescente poderío visual.
La inclusión. No se cansan de discutir sobre el cansino tratamiento sobre el héroe blanco americano de físico hercúleo y abatimientos morales; por esto, el “Wakanda Forever” se convirtió en, además de un fenómeno global, un paso gigantesco para la diversidad en el cine. En el filme que corresponde, su madre, Rio Morales, es puertorriqueña; su padre, Jefferson Davis, es afroamericano; Miles Morales, nuestro héroe, es un pequeño chico negro de Brooklyn. En el camino, Gwen Stacy (también conocida como Spider-Woman), una chica rubia americana del universo Earth-616; una versión cuarentona de Spider-Man, separado y pesimista, la inspiración de Miles; Spider-Man Noir, creado en la Gran Depresión del Marvel Noir; Spider-Ham, un paródico animal antropomorfo de vena cómica; y por último, una versión japonesa, un anime femenino, complentan una composición tan inusual como gloriosa con nota superior. PC o no, tan diversos componentes en una producción de gran escala hacen de este una joya social de donde brota orgullo en tiempos de intolerancia e inequidad. Un abanico cultural impresionante que el guion respeta de las páginas, empleándolo tanto como disimulada crítica cuanto como mecanismo cómico y narrativo que hace avanzar la trama fluidamente, así como permite elevar una carta de amor a la diversidad misma. La mayoría de los personajes presenta un arco absolutamente desacostumbrado en el cine de superhéroes; Miles adora su humilde escuela anterior, pero ahora debe acoplarse a una onerosa escuela de blancos para chicos superdotados; su padre, un inflexible oficial del Departamento de Policía de Nueva York, no comparte los medios de los superhéroes, salvando y destruyendo todo a su paso, se roban todo el prestigio de mantener a salvo a la ciudad; el hombre araña cuarentón ha tomado malas decisiones en su vida, un héroe en decadencia necesitado de una nueva luz que disipe la niebla del presente; y así, en espiral y continua sinergia, la historia teje dramática y emocionalmente un telaraña de tramas que jamás descuida su nombre de cine de superhéroes pero que, elegantemente, se rehúsa a limitarse a las bases más confortables.
Ya todos saben que Peter Parker no ha tenido un tratamiento sano dentro del mundo del celuloide desde que inaugurará las pantallas hace más de una década. Todos saben también que el punto referencial cinematográfico es aquella encantadora odisea privilegiada de los dotes del señor Sam Raimi y Tobey Maguire. En 2006, las telarañas se secaron rápidamente, sin embargo, estudios y fanáticos se encargaron de poner en marcha la idea desde cero. Once años después, un arrojado Jon Watts estrenó una versión no tan madura, más fresca y despreocupada fortalecida por el carisma de Tom Holland. Desde ahí, muchos afirmaban que Peter Parker ya tenía rostro definitivo, descuidando lo que estaba a punto de llegar. “Spider-Man: Into the Spider-Verse” es la mejor adaptación cinemática del joven héroe jamás hecha. El acostumbrado material de superhéroes está presente de pies a cabeza, las composiciones altisonantes, un villano— con mejor desarrollo en comparación a más de la mitad de los black hats de Marvel, — hay muertes, hay catarsis, hay ira y desilusión, pirotecnia y redención, todo está ahí, no obstante, la cinta trasciende dichos tópicos, dejando a “Infinity War” bien atrás en términos de profundidad y critica. Hay consonancia, magnitud, coherencia y personalidad; el filme, desde el inicio, galvaniza la historia de estilo único que no deja de relucir hasta bien el final, guiñando y honrando al comic, usando de la mejor forma el espectáculo visual, armonizando narración e imagen como hace tiempo no se veía.
La exclusiva propuesta visual se está llevando todos los elogios, pero quienes construyeron tan deslumbrante maravilla fueron Bob Persichetti, Peter Ramsey, Rodney Rothman, Phil Lord y Christopher Miller. Pasión, entrega y visión son tres palabras que ejemplifican perfectamente lo que estos hombres proyectan durante el metraje. La dedicatoria final tiene un propósito específico, encerrando todo el sentimiento que estas personas tenían en sus mentes y corazones cuando, según dicen, miles de puertas se cerraban, pero una siempre iba a estar abierta: la de creer en sí mismos. Ya todos conocemos a Phil y a Chris, no solo por la polémica que generó su despido a principios de año de la franquicia Star Wars, sino por sus desternillantes ideas de las que han surgido nada más ni nada menos que “Deadpool” o “The Lego Movie.”Sin embargo, el trio de directores son relativamente desconocidos en el campo de la dirección, exceptuando “Rise of the Guardians” de Ramsey, por esto, es aún más sorprendente ver que una casi perfecta obra maestra ha salido del corazón de un trio de apasionados.
Ahora bien, si se entra en terrenos de clasificaciones, un gran dilema surge con inevitabilidad, pero al parecer, compartir el trono seria y debe ser la más correcta solución. “Spider-Man: Into the Spider-Verse” y “Black Panther” son la mejor cinta de superhéroes del año.
“Spider-Man: Into the Spider-Verse” dirigida por Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman, por encima de ser un regalo inapreciable para el género de la animación, es una irremplazable cinta de superhéroes, un comentario respetuoso y mordaz sobre diversidad y una pieza de arte para la eternidad, una respuesta al odio, irrespeto y violencia que domina mentes y cuerpos en guerras injustificables. ¿Es esta la cinta perfecta para una época de Trump, incorrecto tradicionalismo, muros, masacres e indulgencias? olvida lo de una de las mejores cintas de superhéroes y de animación de todos los tiempos, este es un recordatorio de que no somos individuos, somos sociedad, de que soñar es lo que mantiene al mundo en movimiento y fracasar es lo que lo mantiene mejorando. Lee se ha ido, pero esta proeza lo ha despedido por lo más alto, Ditko es un maestro de limites inalcanzables; Lee y Ditko han inspirado a millones, entre esos a este grupo de visionarios; ellos nos han inspirado a todos nosotros y ahora es nuestro turno, lo cual conllev una gran responsabilidad.
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