Secreto de un matrimonio
por Quim CasasAunque el trabajo de Andrew Haigh se va haciendo más funcional a medida que avanza el relato, esta historia centrada esencialmente en dos personajes y un par o tres de decorados (una casa en el campo, las calles de una pequeña ciudad de Norfolk, un bar) no es solo un buen texto filmado y un aún mejor duelo actoral entre dos intérpretes que parecen aportar a sus personajes algo más que lo que el guión les demanda.
Hay en el espléndido trabajo de Charlotte Rampling y Tom Courtenay algo de la propia experiencia vivida y de cómo los personajes que han hecho en el cine les han marcado, de La soledad del corredor de fondo a La sombra del actor (Courtenay), de El portero de noche a Bajo la arena (Rampling). No creo que hayan retazos autobiográficos en el sentido estricto del término, pero las interpretaciones de ambos transpiran esa verdad (escénica, cinematográfica, en el primer plano y en el general de conjunto) que solo puede otorgar la experiencia compartida entre la ficción cinematográfica y la vida real fuera del plató y el escenario.
Solo por eso vale la pena ver 45 años; hay tantas películas buenas, malas o discretas que merecen ser vistas por los trabajos de sus respectivos protagonistas, y aunque siempre serán experiencias parciales, pueden llegar a engrosar de un modo u otro nuestras listas de filmes preferidos. Pero lo que expone Haigh, y la forma pausada en que lo expone –la neutralidad expresiva ante la gravedad dramática– también resulta interesante. Es un relato sutil sobre la descomposición de los afectos y la angustia que puede invadirnos cuando todo el mundo que creíamos tan firmemente consolidado entra en quiebra por un pequeño e inesperado detalle.
Aquí es una carta, y después una foto y una colección de antiguas diapositivas, a partir de las cuales Rampling sabe de la existencia de un antiguo amor de su esposo, una mujer que ha sido hallada muerta en un glaciar suizo. Poco a poco, ese sólido mundo (afectivo, burgués, intelectual, campestre, algo convencional pero también firme) se desmorona durante el tiempo que ocupan los preparativos del cuarenta y cinco aniversario de boda de la pareja. Malos tiempos para tamaña efemérides.
Todo fluye de manera natural, sin necesitar de secuencias de mucha tensión física o emocional. El conflicto ya revolotea siempre, agazapado, desde que llega la citada carta, y eso hace de 45 años una película aún más inquietante y desesperanzada.
A favor: las interpretaciones más que modélicas de Rampling y Courtenay.
En contra: que sin serlo, será considerada “solo” una película teatral y de actores.