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    Kubo y las dos cuerdas mágicas
    Críticas
    5,0
    Obra maestra
    Kubo y las dos cuerdas mágicas

    La prodigiosa animación de Laika

    por Israel Paredes

    En los últimos títulos de animación, exceptuando El recuerdo de Marnie, El cuento de la princesa Kaguya y El niño y la bestia, persiste cierta comodidad a la hora de elaborar unas películas que o viven de franquicias que entregan lo esperado o bien se adecuan a unos esquemas convencionales que, funcionen mejor o peor, en el fondo, nos hablan de estancamiento de ciertos estudios de animación. Por eso una propuesta como la de Kubo y las dos cuerdas mágicas, posiblemente una de las mejores películas que veremos en 2016, resulta tan fascinante.

    Mientras películas como Ice Age: El gran cataclismo, Buscando a Dory 2 o Kung Fu Panda 3, por ejemplo, se contentan con sacar partido a lo que ya han establecido –con el único, pero ya insuficiente, aliciente de mejorar visualmente de una película a otra, pero sin aportar narrativamente nada relevante- o, en otro sentido, Angry Birds, La película, que aunque intenta crear un mundo más o menos propio obedece a la estrategia de sacar partido al juego previo. Kubo y las dos cuerdas mágicas, en cambio, se ocupa de crear un mundo propio en el que la animación no se presenta como un simple vehículo técnico, ni como un laboratorio de pruebas –algo que sucede en gran parte de los títulos de las franquicias, meras piezas para ir probando avances en la técnica-, ni cae en la nostalgia de recuperar personajes que permitan un fácil reconocimiento para el espectador.

    Kubo y las dos cuerdas mágicas es la primera película de Steven Knight, director de la productora Laika y que, hasta ahora, había realizado tres largometrajes, Los mundos de Coraline, El alucinante mundo de Norman y Los Boxtrolls, las cual dan una clara idea de un estudio que, a partir del stop-motion y el uso del digital combinado con técnicas más artesanales, han elaborado unas obras de gran cuidado y delicadeza formal, también argumental, que tiene en Kubo y las dos cuerdas mágicas su máxima expresión con una película formidable en todos los sentidos.

    En ella, la acción nos sitúa en un Japón de contornos mágicos en el que Kubo deberá afrontar una aventura en busca de las diferentes piezas que conforman la armadura que fuera de su padre, un gran guerrero, para poder enfrentarse a unos fantasmas del pasado que han atormentado a su familia. A través de un sentido de itinerario de aventuras en el que Kubo tendrá la compañía de Monkey y Beetle, quienes luego se descubrirán que son algo, o alguien, más que dos formas animales, avanza en busca de esos elementos enfrentándose a diferentes situaciones. El tono y el ritmo que Knight imprime a la acción resultan dinámicos, haciendo progresar a la película con una naturalidad asombrosa y con una estructuración narrativa prodigiosa. Un breve prólogo y unas primeras secuencias nos sitúan en la historia, y, además, cuenta con uno de los mejores momentos que se hayan podido ver en el cine, no solo de animación, de los últimos tiempos, cuando Kubo, guitarra en mano, narra la historia de su padre mientras, literalmente por arte de magia, la música y su voz van creando un origami animado que, en cierto sentido, deviene metáfora del trabajo visual de la película y de su forma de concebir la animación. A partir de ahí, presentados los contornos de un mundo que posee la apariencia de lo real pero en el que anida lo fantástico con total naturalidad, Kubo y las dos cuerdas mágicas elabora un relato abierto a muchas ideas que van surgiendo del interior de la acción, sin necesidad de enfatizarlas.

    A través de la animación, Knigt construye un mundo que si bien resulta reconocible a partir de nuestra idea de la realidad, también persigue el romper todo conato con ella para situar al espectador en un lugar diferente, cuyos contornos mágicos y fantásticos sirven para hablar de un niño que busca no solo sobrevivir, sino también encontrar su identidad en un mundo que, en ocasiones, él mismo dibuja. La perfección de las imágenes de Kubo y las dos cuerdas mágicas no presentan en ningún momento manierismo alguno ni el simple recurso de epatar con dicha perfección, sino que la imagen se trabaja con un sentido narrativo para llegar a través de ella a lugares pocas veces transitados con la fuerza con la que vemos en la película de Knight.

    Es posible que Kubo y las dos cuerdas mágicas pueda resultar en cierto modo inocente en algunas cuestiones argumentales para el espectador actual, incapaz en muchos casos de abandonar un cinismo impostado ante relatos como el propuesto por Knight, sin embargo, resulta magnífico que haya optado por una historia profundamente humanista a pesar, o precisamente por ello, de moverse en los territorios del fantástico. Una película disfrutable en varios niveles, para diferentes públicos, que vuelve a mostrar la grandeza de la Laika –la película finaliza, como las anteriores, mostrando un elemento del proceso creativo- dentro de la animación actual con una película que, sin ánimo de exagerar, podríamos considerar una obra maestra.

    Lo mejor: Absolutamente todo.

    Lo peor: Que pueda pasar inadvertida para el público.

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