Nunca Apuñales al Diablo Por La Espalda
Matrix, obra cumbre de las hermanas Wachowski y reformista del cine de acción de los años noventa, anuncio sinuosamente a algunas de las mentes (y rostros) más soberbias y atrayentes en el mundo cinematográfico de los tiros y los golpes. Dos de los dobles de riesgo de Neo, el emblemático protagonista interpretado por Reeves, han reconstruido y vivificado un género que escalonadamente roza lo inadmisible con tal de entretener; ellos, al igual que las Wachowski, irrumpen en medio de proyectiles y sangre con toques de humor negro, artes marciales y una coreografiada estética casi sublime en su opera prima “John Wick”. Impensado fue su esplendor comercial y crítico, el cual coopero impulsando a la evidente continuación de la historia de “The Boogeyman” con el fin de dilatar y ahondar dentro del universo de los asesinos inscritos al Hotel Continental. Como cualquier secuela, corre el riesgo de marchitar la excéntrica formula que deslumbró en la primera entrega, por lo contrario y milagrosamente-teniendo en cuenta las paupérrimas segundas partes fílmicas de la actualidad,- esta es mucho más violenta, mucho más oscura, mucho más bestial y muchísimo mejor realizada que la original. Jonathan está de vuelta con otro can, otros adminículos y otro motivo para asesinar.
Leitch no se adscribe como realizador nuevamente, empero, gracias a su ensordecedor debut, es el director contratado para la secuela de “Deadpool” y el thriller bélico “Atomic Blonde”. Su compañero, Stahelski, data como único realizador de “Chapter 2” y también ha sido fichado para “Highlander”, filme de ciencia ficción. Sus años como ‘stunman’ fueron suficientes como para absorber las más magnánimas características y conocimientos, ideas que rutilan clase en manos de Derek Kolstad, un guionista elocuente y congruente con el progresar de su historia, que se adapta al igual que piezas geométricas al personaje estrella.
Wick no ha sellado aún el resarcimiento por mano propia en nombre de su adorable mascota, un único ítem hace falta por tachar en la lista de su nevera: su carro. Después de “recuperar” su dispendioso auto, determina de una vez por todas absolverse de aquella mafia rusa y aquel hotel que le despedazo la vida, no obstante, la que sería su primera siesta en libertad es entorpecida por pretéritos fantasmas. Ahora, Jonathan deberá reincorporarse a su vida como armífero asesino para finiquitar un pacto que involuntariamente volvió a abrir. La cuestión es que lo tendrá que hacer con una subasta de 7 millones de dólares a sus espaldas, valía que pondrá a cada matador de Roma o New York detrás de sus pasos. Un coctel de balas, sangre, belleza prolija y cine de acción en su mayor expresión.
Hace mucho tiempo, una cinta de culto no era lo adecuadamente entretenida e inestimablemente filmada como esta, lo que la convierte en el mejor largometraje de acción de los últimos meses, destacando con creces entre cintas de Tom Cruise, Liam Neeson o Jason Sthaman. Su director entiende como erigir las frenéticas escenas con planos legibles, ángulos estáticos, peleas bosquejadas y un statu quo visual destellante acompañado de un sinfín de elementos que convocan un festín grandilocuente, en donde el morbo, las lesiones y la amoralidad no se desfiguran detrás de un PG 13. Él conoce el legado que tiene en su poder, su misión es conservarlo y como se esperaría de cualquier secuela, desarrollar cosas mejores y más grandes, como por ejemplo: una mascota de reemplazo, un clásico nuevo escenario y unos rivales tan complejos como realistas que impulsaran la trama con subtítulos en pantalla, tiroteos silenciosos en un subterráneo abarrotado de personas o una emblemática confrontación final en una sala de cristalinos espejos; una instalación que refleja peligro con luces de neón rojas y azules.
Reeves, intérprete execrado e idolatrado a partes iguales, retorna fortalecido al papel que le devolvió a la gloria contemporánea, John Wick. Esta vez, el protagonista manifiesta convicciones indeformables, las cuales aducen su vindicativa avidez; las acciones son salvajes y acérrimas, no obstante, las consecuencias son lo suficientemente graves como para continuar atizando la ira que ostenta desde la muerte de su esposa. Wick puede ser una máquina de matar pero en su plano emotivo prima su forma de actuar. Roma viene con invitados especiales, quienes suministran actuaciones hondamente empáticas y sobresalientes desde una letal dama muda, retratada por una siempre excelente Ruby Rose, el malévolo y ceñudo Santino D’Antonio (Riccardo Scamarcio), un violento Cassian (Common) y un viejo conocido Laurence Fishburne, en lo que parece un breve cameo; destacando a Ian McShane, rey y señor del Continental.
Las determinaciones artísticas son igual e inclusive más insólitas que las narrativas, en un cuento neo-noir en donde las decisiones políticamente incorrectas son las primeras que sobrevienen, acentuando en mayúsculas el inesperado giro (tiro) dentro del Hotel. Es difícil ver tales cotas de elegancia y repugnancia combinadas en un filme de acción. Entre tantos halagos y aciertos, el más resaltable es su sorprendente cinematografía, fotografía y puesta en escena, sublime e imponente, impactante y soberbia, imágenes que sobrepasan sus límites de expresión junto a un acompañamiento musical que sale disparado como flechas al corazón de la audiencia, una fiesta de sangre lo sensatamente grotesca como para admirar la belleza de la naturaleza humana. De colores neón, a calles románicas, de persecuciones en coche bajo la lluvia, a tiroteos en cuevas subterráneas con música pesada de fondo, desde desnudos y desangramientos hasta puñaladas y puñetazos; noche o dia, ciudad o llanura, los realizadores explotan con mano pulcra las herramientas.
“John Wick: Chapter 2” es la secuela correcta para las excentricidades de la primera entrega, las secuencias y giros argumentales no defraudan, por el contrario, duplican los efectistas resultados con actuaciones atrevidas, escenarios exquisitos y puestas en escena que dejaran a los verdaderos amantes de cine con la boca abierta. Irónicamente, los detalles más pequeños son los que perjudican, en un mínimo grado, la calidad del filme, sin embargo, son detalles inocuos pero visibles. Wick termina con un hermoso final abierto, desenlace que desembocara en una tercera y posiblemente ultima parte de la vida de un hombre que busca redención, venganza y paz. Un coctel de radiantes decisiones narrativas, artísticas y técnicas, “Wick” es el proyecto que cualquier cinta de acción del siglo XXI desea ser. Una experiencia agresiva, alocada y subversiva.