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    El Cadáver de Anna Fritz
    Críticas
    2,0
    Pasable
    El Cadáver de Anna Fritz

    Tocar un muerto

    por Gerard Casau

    A mediados de la década de los noventa, mucho antes de que el proyecto Phenomena lo convirtiese en paladín de la proyección cinematográfica entendida como acontecimiento, Nacho Cerdá sacudió el estómago de los festivales de medio mundo con el cortometraje Aftermath. En aquel trabajo, la pulcritud técnica que solemos asociar a los filmes salidos de las escuelas de cine se aplicaba a filmar un acto atroz: la violación del cadáver de una joven por parte de un forense. Más de tres lustros después, aquel interesante ejercicio de provocación frontal encuentra una posible réplica en El cadáver de Anna Fritz, filme que también juega la carta de la necrofilia como innegablemente morboso imán de la curiosidad del público.

    Pero si Aftermath (o, para el caso, el díptico Nekromantik del alemán Jörg Buttgereit) se alineaba con un extremismo gore que dificultaba su acceso a circuitos ajenos al underground y a la militancia del cine de género, la ópera prima de Hèctor Hernández Vicens tiene la voluntad de ser estrenable, empleando el tabú como primera piedra en la construcción de un thriller. Su premisa, en ese sentido, es simple y brutal, como mandan los cánones del cine exploitation: la joven estrella Anna Fritz muere, dejando un cadáver joven y bello que es inmediatamente transportado a un hospital. Un muchacho que trabaja allí se cuela en la morgue junto a dos amigos, y no pueden resistir la tentación de propasarse con el cuerpo de la celebridad. Pero cuando esta abre inesperadamente sus ojos, los protagonistas quedarán acorralados por su crimen, y deberán tratar de ocultar la violación.

    La potente idea que esconde el punto de partida de El cadáver de Anna Fritz -la posibilidad real de poseer el inalcanzable cuerpo de una estrella-, queda brutalmente descabezada cuando la película se muestra incapaz de estar a la altura de lo que promete. La presentación en off de Anna Fritz, donde se enumeran sus grandes éxitos y los geniales directores con los que ha trabajado, resulta insuficiente para dotar de aura al pálido e inerte cuerpo que aparece en pantalla, por lo que la fama del personaje se convierte en un detalle absolutamente prescindible. Eso no es óbice para que, una vez la acción se ponga en marcha, las miradas desde el abismo y la desesperación de Alba Ribas sean lo mejor del filme. El atrevimiento de la actriz hubiera merecido mejor juego que el que le dan sus compañeros masculinos de reparto, muy limitados (cuando no directamente chirriantes); y también un retrato más cuidadoso y atento por parte de una puesta en escena distante y desangelada, donde el suspense y la tensión no acuden en ningún momento a la llamada. Quizás porque Hernández Vicens creyó que su trabajo terminaba tras lanzar al aire el reclamo morboso de su inicio, abandonando luego la película a su suerte.

    A favor: La bravura de Alba Ribas para aceptar un personaje que la deja totalmente expuesta.

    En contra: El filme se agota en el morbo de su punto de partida.

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