El precio de recuperar tu nombre.
En la historia no hay sorpresas, conocido clásico otras veces narrado donde alguien, con problemas en el pasado, necesita un lugar donde esconderse y pasar desapercibido durante un tiempo; sólo que no logra su propósito pues destaca, llama la atención de quien no debe, se enamora, se hace con el cariño y respeto de unos niños a su cargo y recupera el valor de afrontar las consecuencias que se deriven de ese corrosivo fisgón al que ha enojado, por llevarle la contraria y ganarse la confianza de un amortajado pueblo, que levemente se alza, y que hará que toda la chusma y injusticia estatal recaigan sobre su persona.
Una competición a la vista, la ilusión de sus pupilos y una inquietante vuelta a tierra peligrosa donde el tirador -the fencer- tiene todo que perder/mucho más que ganar, ese orgullo de volver a ser y estar donde se merece, sin temer las consecuencias, con valor de enfrentarse a ellas.
El esgrima es el deporte motivo de confrontación, la deserción el pecado capital de una juventud forzada a alistarse sin excepción, las obligaciones patriotas la excusa que anula esa ansia y necesidad de alcanzar una vida normal, feliz y sana; un tapete de elementos tradicionales que siguen su curso de manera uniforme, sin sobresaltos, ni manipulación, ni imprevistos repentinos que alteren la resolución prevista de todo el cuadro pintado pero, con todo, su elegante realización, su austero ritmo, su sobriedad estética marcan la entrega de una atención gustosa cuyo interés, aún a sabiendas de cuales serán sus pasos, está contenta y satisfecha con lo entregado.
“Un sentido preciso de la distancia”, llevado con delicadeza y suavidad, sensibilidad direccional para una historia verdadera, con su dosis de calidez, frialdad, traición y apoyo incondicional, sobre la creación de un club de esgrima que ha logrado varios títulos para Estonia, a lo largo de los años, y que aún sigue funcionando.
Horribles vergüenzas, de un país amordazado, narradas con la tirantez de esas pocas palabras cuyos hechos ponen la piel de escarcha; sin ruido, ni agresividad, expresa esa ida al matadero concentrado de una prisión, cuyo fantasma planea sobre la esencia de unos ciudadanos asustados, heridos, pero supervivientes, que no se atreven a respirar fuerte por si molesta a alguien y les toca a ellos.
Lucifer gubernamental inducido a través de la somnífera conducta pasiva de quien calla, traga y otorga ante el miedo de ser el siguiente; producción finlandesa, de corte moderado, para un patrón rígido, comprometido y sereno que reprime en sus ahogos y nervios pero, con discreción y dureza lo deja todo claro.
Humana, contrae sus emociones, al tiempo que las vive con el vigor, valor y atrevimiento de ser oportunas, merecidas y necesarias.
Es sencilla, parca y modesta en su narrativa, camina con solidez sin exceder en espacio y fotogramas, se observa con tranquilidad, se acepta con agrado; reposo sensitivo consciente de las emociones en juego, sin directrices engañosas compite con honestidad..., su mejor baza: la solvencia de una pulcritud en lo que cuenta y en cómo lo hace.
Sin discurso político, sin lágrimas y sin despeinarse logra que oigas y sientas la historia y no te alejes de ella; muy válida.
Lo mejor; la austeridad de su entrega.
Lo peor; poca cizaña para la referida época.
Nota 6,1