Cuando los mundos no chocan
por Quim CasasMamoru Hosoda, responsable de varios filmes de Digimon y pieza básica durante años del estudio de anime Madhouse, propone con El niño y la bestia el relato entre adulto y juvenil, entre aventurero, épico y fantástico, de la relación entre un niño solitario y desarraigado y una criatura sobrenatural que habita una suerte de mundo paralelo, que en nada se parece al Tokio sombrío mostrado por el director. Los dos mundos no chocan, como si lo hacían en la antigua película de ciencia ficción B de Rudolph Maté, sino que conviven y se enriquecen mutuamente.
Las claves son claras: relato de superación y aprendizaje para un niño con destino incierto tras la muerte de su madre, colisión entre dos universos antagónicos y supremacía de la fantasía sobre la sórdida realidad mundana, todo ello adornado con algunas disquisiciones sobre terrenalidad y espiritualidad según el ideario del anime japonés.
El trazo animado, el movimiento, caracterización de los gestos y elaboración de los fondos no guarda estricta relación con el cine de Takahata, Miyazaki, Otomo, Kon o Rintaro. Hosoda tiene un perfil distinto, quizá menos sorprendente, estilizado o barroco que algunos de los autores citados, más franco y directo tanto en la elaboración de la historia como en la relación gráfica entre espacios, personajes y colores. Un anime diferente, maduro pese a la capa de aparente infantilización (argumental y visual: la expresión gesticulante del niño se diría que heredada de la franquicia Digimon) que puede otearse entre las costuras de este relato de amistad e iniciación.
Los personajes del niño y la bestia que lo toma como aprendiz asumen el protagonismo casi absoluto, pero la película despliega gran fantasía en las figuras secundarias, tan interesantes como la bestia-monje con cabeza de tocino, a la vez que una desbordante imaginación en la creación de los escenarios, de la curiosa ciudad de la bestia a los fondos urbanos de Tokio pasando por la peripecia que rememora Moby Dick.
Toques sensibleros los hay. Demasiado metraje, quizá. Pero ambos aspectos se encuentran en muchos animes y mangas (la gestión del tiempo nada elíptico es recurrente en la narración audiovisual o gráfica japonesa) y conforman, aunque a veces nos cueste asimilarlo y aprehenderlo, la génesis de un estilo propio y singular.
A favor: la aparente sencillez de su grafismo y puesta en escena fantástica
En contra: que será tildada de demasiado infantil en relación al anime más conocido.