Adventad las palabras y si después queda algo todavía... Reconozco que desconocía por completo los hechos que se relatan aquí y que ocurrieron en 1991, en ocasión de la postulación para un integrante negro en la Suprema Corte de Justicia de EE.UU., asimismo confieso que no tengo ganas de investigar los hechos y, por lo tanto, daré por cierto todos los acontecimientos que acontecen en esta película. Es un drama con formato de telefilme, muy bien realizado en los rubros técnicos y actorales, especialmente en Wendell Pierce quien aparece extrañamente casi al final del reparto cuando es junto con Kerry Washington uno de los dos protagonistas principales. Una historia que derrocha referencias al racismo, a la violencia de género, al acoso sexual, al machismo, a la hipocresía de los medios de comunicación y a al uso que los políticos en el poder hacen de los derechos como una mercancía de intercambio. Demasiado ambicioso. Demasiado conversado. Muy poco librado a la sugerencia y a la imagen como lenguaje cinematográfico. Se deja ver, es más o menos entretenida pero, una vez más, con unos cuantos minutos absolutamente innecesarios que alargan un unitario que debió tener una duración de una hora y se presenta con un metraje de 1:50 horas. Por ejemplo, la copiosa exhibición de noticiarios, titulares de prensa, programas de debate es abrumadora y por repetitivos (todos hacen referencia a la controversia por creerle o no a la víctima o al acusado) son redundantes y hasta confusos para el relato. La carencia en elaborar síntesis y apoyarse más en el poder de la imagen que muestran los guionistas, es actualmente casi como un sello en el cine actual. Por todo lo cual he cometido la irreverencia de citar al grandioso León Felipe al inicio de esta reseña.