En el amor y en la guerra
por Marcos GandíaDesde que se presentara en el pasado Festival de Cine de Málaga, este segundo largometraje del interesante Koldo Serra tuvo que vérselas con el sambenito de ver unido a cada comentario sobre él la referencia a la insoportable Pearl Harbor de Michael Bay (su peor trabajo tras las cámaras). Tan sólo algo, además de la concurrencia de lo romántico (de fotonovela rancia en el caso del film de Bay; de aliento clásico muy a lo David Lean en el de Gernika) en un escenario bélico, les podía unir: la utilización del bombardeo como set piece central del largometraje.
Sin embargo, mientras Bay hace en esos veintipocos minutos apabullantes un ejercicio de onanismo estilístico, Koldo Serra, sin huir del virtuosismo y la espectacularidad, reúne en esa secuencia todos los ítems que ha ido desgranando hasta el momento en un relato de un clasicismo alucinante y bienvenido. El ignominioso ataque de fuerzas alemanas e italianas sobre la pequeña población vasca, sobre el que hemos ido viendo sus preparativos con una serie de escenas que remiten (en uno de los múltiples guiños cinéfilos del film) a incunables del género bélico como Tora! Tora! Tora!, sirve como clímax de las pasiones y deseos humanos de unos personajes empujados a vivir de manera rápida como si fueran conscientes de que el fin estaba a punto de alcanzarles. Es por ello que, por muy de aplauso e incluso de ovación que sea esa parte final de Gernika, uno tiende a quedarse con su desfile de personajes que se dirían salidos no de las páginas de la historia, sino de la Casablanca de Michael Curtiz o del Doctor Zhivago de David Lean.
Periodismo, conciencia, manipulación, traición, celos, amor y muerte… Seres humanos que, más allá del rigor y la veracidad históricas, están en El año que vivimos peligrosamente y Bajo el fuego. Con un notabilísimo esfuerzo y trabajo de diseño de producción, de la misma producción, el film de Koldo Serra (que plantea un discurso político a veraz ras de tierra digno del de su admirado Sergio Leone en Agáchate, maldito, y un formalismo de barro y guerra nacido en su asimismo referente Sam Peckinpah de La cruz de hierro), es una de las propuestas más estimulantes y más clásicas (lo que siendo virtud algunos verán como algo negativo) de la producción reciente nacional.
A favor: está rodada de maravilla.
En contra: ¿por qué los rusos hablan entre ellos en inglés?