Los meandros del relato
por Carlos LosillaAún está por ver el efecto que las nuevas series televisivas –tómese lo de “nuevas” con todo el relativismo que se quiera— están ejerciendo sobre el cine contemporáneo. Algunos especialistas ya empiezan a hablar de una narración serial sin puesta en escena o, por lo menos, con una puesta en escena distinta a la de la tradición cinematográfica. Y es indudable, o así lo creo, que el poder narrativo de esos “grandes relatos” está construyendo un universo audiovisual quizá demasiado homogéneo, por lo menos en lo que se refiere a un cierto espectro que iría desde Perdidos hasta Stranger Things. Lo digo porque Colm McCarthy, el máximo responsable de la película que nos ocupa, ha dirigido episodios de Doctor Who, Sherlock y Peaky Blinders, entre otras, y ello no puede parecernos casual cuando nos enfrentamos a Melanie. Por un lado, se trata de una película absorbente, electrizante, incluso de gran poder metafórico. Por otro, no obstante, el relato que le da forma parece surgir de un universo de ficción que ya no puede ir más allá de sí mismo: puede que el conjunto resulte efectivo, pero los elementos que lo forman empiezan a experimentar ya un cierto desgaste.
La película tiene dos partes bien definidas. En la primera se nos muestra un mundo cerrado en el que niños infectados por una extraña epidemia conviven dificultosamente con sus guardianes, médicos y soldados. En la segunda, uno de esos chicos, una muchacha inteligente e intrépida, guía a los supervivientes de un ataque a través de territorios devastados por la enfermedad y dominados por una humanidad infantil que parece haber regresado a los orígenes, violenta y destructiva. McCarthy controla todos los elementos con fuerza y decisión, convierte el espacio cerrado de la primera parte en un laberinto inacabable y las grandes extensiones de la segunda en una pesadilla claustrofóbica. Incluso conduce la narración hacia caminos inesperados, una especie de parábola irónica sobre el liderazgo, una pequeña reflexión en torno a la manipulación, tanto de los personajes como del espectador. Pero lo que podría haber sido una película multiforme y compleja, a la vez un relato de acción y su reverso, se ve lastrado, en parte, por estar concebido como una sucesión de anécdotas, de pequeños episodios, que podrían pertenecer a cualquiera de esas series que mencionábamos. No sé si eso es necesariamente perjudicial para una película como esta, pero en cualquier caso no estaría mal que alguien estableciera fronteras y señalara diferencias al respecto.
A favor: Su capacidad para metamorfosear sus capacidades narrativas a voluntad.
En contra: Esa misma condición multiforme la hace un tanto previsible en la era de las series.