Animales Nocturnos es una película de intención lineal, narrar la existencia insatisfecha de la protagonista, fantástica Amy Adams encarnando un personaje lleno de matices y aristas, y de un desarrollo un tanto laberíntico que sin embargo deja el buen sabor de boca de lo que te ha sorprendido, te ha interesado y no ha terminado de quedar claro, que a mí, en arte, es algo que me gusta bastante. La ambigüedad, lo equivoco como fuente de enriquecimiento personal y de desarrollo emocional.
Comienza con unas imágenes impactantes, fragmentadas, para entrar en calor, que te dejan sobrecogido y que después ya no vuelven a tener sentido en el desarrollo de la historia. A modo de introducción en el mundo, carne informe, desvergonzada por lo inevitable de la situación. Hacerse presente o morir.
Después asistimos a dos historias que se van desarrollando a modo de mimbres entrelazadas para ir construyendo el cesto sin salida en el que se encuentra la protagonista que ya no puede recuperar el pasado y que no puede mantener el presente. Todo acompañado por una música intensa, casi obsesiva, una fotografía que en algunos encuadres recordaba lienzos en penumbra y unos decorados duros, funcionales para el presente, y más años setenta para el pasado.
Se nota que es una película realizada después de David Linch. Me acordé mucho de Mulholland Drive, al principio, en el desarrollo de algunas escenas cargadas de inconsecuencia y por qué no decirlo porque salí de la sala con la inquietud del que se ha perdido algo, como me paso con el film de Linch. Lo que, como he dicho antes, me parece muy bien.
He oído interpretaciones de todo tipo para explicar el final. Yo no tengo ninguna, ni lo intento. La siento, me emociona. Creo que no se puede pedir más.
La veré más veces, seguro.