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    Animales nocturnos
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Animales nocturnos

    Venganza metaficcional

    por Israel Paredes

    Tras un Un hombre soltero, no cabía esperar demasiado de Tom Ford. Su ópera prima, una película que intentaba ser melancólica y acababa siendo afectada, con unas imágenes que buscaban más el preciosismo visual, el impacto, que una verdadera construcción con un sentido narrativo. De ahí que Animales nocturnos resulte sorprendente en su planteamiento en todos los aspectos. Si en su primera película Ford llevó a cabo una lectura de la novela de Christopher Isherwood muy libre pero totalmente fallida, en Animales nocturnos ha partido de Tres noches, de Austin Wright, llevando a cabo un adaptación muy inteligente, con tanta fidelidad al texto literario como libertad a la hora de alejarse de él y, sobre todo, en su capacidad para traducir en imágenes el juego metaficcional que planteaba el escritor norteamericano.

    Tanto película como novela plantean la posibilidad de llevar a cabo una venganza a partir del arte, de la literatura para ser más exactos, cuando Edward (Jake Gyllenhaal) envía un manuscrito de su novela a su ex mujer, Susan (Amy Adams), en la que relata la historia de Tony (Jake Gyllenhaal), quien una noche es asaltado en la carretera cuando viaja con su mujer e hija, Laura (Isla Fisher) e India (Ellie Bamber), quienes son secuestradas, violadas y asesinadas por un grupo de hombres encabezados por Ray (Aaron Taylor-Johnson). A partir de entonces, la historia se introduce en el terreno del thriller de venganza, trasladando la acción del medio oeste americano de la novela al territorio tejano en la película, variación que tiene sentido en tanto a que toda esa parte ficticia (dentro de la ‘realidad’ de la película) se ajusta a los parámetros de cierto thriller de venganza, usando bien sus tropos constructivos, pero que, en verdad, importa en tanto a que Edward usa esa historia para transmitir a Susan unas sensaciones e ideas que harán que, durante su lectura, se replantee no solo la manera en la que se comportó con Edward en el pasado, también que se cuestione sobre su presente, sobre la vida que lleva, sobre la construcción social en la que vive. Usa la ficción como forma de venganza a partir, precisamente, de un relato de venganza.

    En un momento en el que la ficción parece vivir un tiempo de sospecha, algo no explícito pero latente, no está de más una propuesta como la de Animales nocturnos en la que, entre otras cosas, plantea la fuerza del arte y la literatura como vehículo para hablar de la realidad, para violentarla. Así, las imágenes que dan forma a la historia de Tony parecen más ‘reales’, dentro de la ficción de la película, que aquellas que relatan todo lo relacionado con Susan, artista conceptual que vive en un mundo falsario, casi irreal. Aunque Ford en ocasiones abusa de paralelismos visuales, crea una interesante dialéctica entre lo real y lo ficticio a través de las imágenes de Animales nocturnos. Logra momentos, como todo el tramo acaecido en la carretera, de una violencia no física impactante, o las imágenes finales, con la ayuda de la partitura compuesta por Abel Korzeniowski, que ponen de relieve que Ford ha trabajado con un meditado sentido formal cada parte de la película. Sin embargo, no ha podido evitar, en determinados momentos, caer en salidas de tono, ni conseguir crear a lo largo del metraje una relación tan medida como en la novela sobre las dos líneas narrativas, pero desarrolla una puesta en escena y crea unas imágenes, que hablan de manera más que elocuente sobre un mundo, una realidad, vacía y asentada en una irrealidad ajena a todo aquella que la rodea. Susan poco a poco se va dando cuenta, gracias, precisamente, a que Edward consigue con su relato que ella se replantee en qué se ha convertido. Quién es, y quién ha sido. El arte no sólo como medio catártico, también vengativo. La ficción vengándose de la realidad.

    Lo mejor: A pesar de algunos detalles, el arrojo formal y discursivo de Ford. Jake Gyllenhaal y Amy

    Adams.

    Lo peor: Que muestra sus costuras de manera demasiado evidente.

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