Mujer iraní soltera busca... que la dejen vivir
por Daniel de PartearroyoUna mujer en la playa, de espaldas. Mira la orilla del mar bajo un cielo gris. El viento agita con violencia el velo que lleva puesto. Un hombre, dentro de una habitación de control, escruta las cámaras de vigilancia que tiene diseminadas por toda la playa. Espera que aparezca esa silueta. Aguarda a la mujer para ir a su encuentro sin ser descubiertos. Ambos pueden mezclar su cercanía en el anonimato de la playa. Lo que parece planteado como una relación prohibida, quizá una infidelidad, en el marco de un thriller tecnológico, en realidad no tiene nada que ver; y, al mismo tiempo, lleva ambos registros en lo profundo de su interior.
Nahid, el primer largometraje de la joven realizadora iraní Ida Panahandeh, expone una relación prohibida, pero no hay ningún adulterio de por medio. O sí, dependiendo de cómo se mire. Al fin y al cabo, estamos en Irán. En una pequeña localidad costera e invernal. Allí, la protagonista Nahid –interpretada con aplastante hondura y riqueza de matices por Sareh Bayat, la cuidadora de Nader y Simin, una separación (Asghar Farhadi, 2011)–, vive separada de su marido, con quien se casó demasiado joven y tuvo un hijo antes de que cayera definitivamente en las drogas y los problemas con el juego. Nahid sólo busca rehacer su vida, quizás enamorada de ese otro hombre que la espera cada día mirando las pantallas de la playa. El problema es que, para ello, necesita divorciarse de su ex, algo que en Irán puede tener a toda la sociedad en contra si la iniciativa parte de la mujer y encima pretende conservar la custodia del hijo.
Panahandeh expone estas desigualdades institucionalizadas con mirada clara, haciendo que la inmediatez del retrato funcione como denuncia desafiante. Su decisión operativa pasa por presentar la realidad sin fisuras, recurriendo a los puntos de fuga de una ficción cotidiana. Nahid es tan sencilla y evidente como los intentos de supervivencia económica y la lucha constante por la independencia sentimental de una madre soltera en Irán a día de hoy. No hay más, ni muchísimo menos. Sin tremendismo sensacionalista, sin quitarse el velo delante de las autoridades censoras, sin tocar las narices de cara al poder como Jafar Panahi, pero consiguiendo que su vigilado vuelo dentro del radar institucional sea valioso y elocuente como testimonio. A veces, la realidad denuncia sus propias faltas sobre sí misma; sólo hace falta dirigir bien los focos para iluminarla.
A favor: La actuación ocular de Sareh Bayat; lo dice todo con la mirada.
En contra: Que su renuncia a la denuncia sensacionalista pueda confundirse con fría mansedumbre.