Madurez de convertir, las metáforas de pensamiento, en realidad de itinerario.
“Les tienes miedo.” “No.” “Peor, les tienes lástima”
Poderosa arma es la pena, aquella silenciosa culpa de quien mira desde arriba avergonzada de su mejor condición económica, marginalidad social cuyos deleznables actos se perdonan y asumen por ese presente síndrome de estocolmo que te lleva a simpatizar y fraternizar con tu anónimo agresor, cuyo nombre y rostro reconocido no hace más que profundizar en esa actitud de heroína salvavidas, de quien mereció más suerte en la vida.
Naturalidad paisajística para una fotografía rural, del pueblo, que es personaje tan importante como la protagonista, creencia en unos principios, identidad y seña de su persona cuya firmeza en su valor y contenido será llevado hasta las últimas consecuencias, esa obsesión de raíz profunda por huir del clasicismo, cinismo y acomodamiento de cuna y adentrarse en tierra llana de mochilera, como una más, integrada en una región y estatus social que le estallará en la cara, y pondrá a prueba la solidez de sus afirmaciones altruistas frente a ella, así como la incomprensión de todos los que la rodean.
Dolores Fonzi es la historia, en sufrida carne de mirada fija, una soberbia y penetrante interpretación de quien está en shock a los ojos del que observa desde fuera, pero robusto espíritu interno de asumir las secuelas de un acto vandálico, producto del devenir de quien es olvidado por la sociedad y se mueve entre la violencia; toda una osada mártir que se abre camino contra viento atacante y marea dolorosa de ser víctima sin pedirlo, por partida doble, por un lado la agresión que sufrió el cuerpo, por otra la excusa que un alma, confusa y devastada, refiere hacia su asaltante.
El guión es meticuloso y concienzudo, sensible y feroz, sin artimañas ni engaños y con claridad humilde expone una situación complicada de quien está sola en su bando campeador, en lucha contra todos quienes la envuelven, juzgan y no entienden; y en ese barullo cognitivo y desorden emocional se encuentra, también, un espectador ofuscado y atrapado que sigue los pasos del argumento con atención perpleja e incomprensible, al igual que todos los seres queridos que la acompañan.
Te incorporas a la lista de conocidos de la lesionada que no comprenden su proceder, lo cual aviva tu interés por el discurrir del relato; Santiago Mitre sabe plasmar una crónica de un sólo acto que tendrá secuelas duras de aceptar y engorrosas de asentir, no hay reproche, no hay sed de venganza, no hay ojo por ojo, únicamente el rostro sereno, inmutable y consistente de quien ha decidido por si misma, sin vuelta atrás.
No vas a perder de vista las escenas, te vas a interrogar sobre el desbarajuste racional de la persona violentada, vas a continuar hasta su final con querencia de una comprensión que se resiste y escapa; sin opción a ignorar la cinta, se descarta el pasivo mirar sin involucrar las opiniones surgidas, un cuestionado debate sobre su por qué y motivación que te asistirá durante toda la proyección, síntoma de que has acertado en la elección de un drama austero, pero de enorme calado y vigorosa energía. cedida con la lentitud de un medidor de intensidad que aporta sus gotas con calma, entereza y mucha incertidumbre sobre la motivación de sus razones.
Sin duda te hará pensar, sin remedio se introduce en tu mente para que cuestiones las posturas ofertadas, con simpleza y sosiego se hace con tu alma al capturar ese raciocinio que a todas luces debería seguir toda persona cabal vulnerada; pero Paulina es diferente, luchadora política es desafiante en todas sus batallas, le sobra resistencia y fuerza para realizar las cosas a su manera y por todas demuestra, que lo suyo no eran sólo palabras, sino convicción de una postura de existencia e ideal de mejorar las cosas.
“Este hijo es el resultado de una situación social que desconoces”, no se busca culpables, ni enemigos que llevar a la guillotina, sino la opción de un perdonado largo plazo que varíe la discriminación de nacimiento y lugar; invita a reflexionar, a oír posturas alternas a la propia, a respetar esa elegida opción contra corriente y a digerir una solución desconcertante.
Elegante cine argentino, remake de la obra de Daniel Tynaire del 61 que conserva su cáliz intacto, para gratitud de un espectador embelesado.
Merecedora de tu elección y tiempo.
Lo mejor, la poderosa y cautivadora actuación de su protagonista.
Lo peor, el guión deja sin consideración ciertos cabos e incógnitas.
Nota 6,5