La intimidad de la lucha
por Israel ParedesLos hombres libres de Jones, Figuras ocultas, El nacimiento de una nación, Fences o Loving, son algunos de los títulos que en los últimos meses han devuelto la problemática racial en Estados Unidos al cine, coincidiendo con el rebrote de enfrentamientos en varias ciudades de Estados Unidos así con el fin de la ‘era Obama’. Una realidad política y social que contextualiza unos acercamientos al tema que miran, sin embargo, no al momento actual, si no al pasado del país, tanto en su momento fundacional como a mediados del siglo XX, cuando la lucha por los derechos civiles de la población negra en Norteamérica evidenció una fractura social que, a pesar de los avances al respectos, dado los conflictos actuales, ponen de relieve una problemática no resuelta del todo.
Loving, quinto largometraje de Jeff Nichols, de quien hemos visto recientemente cómo su estupenda Midnight Special era estrenada en nuestro país de mala manera, sufriendo un maltrato insólito, narra el caso real de Mildred Loving (Ruth Negga) y Richard Loving (Joel Edgerton), ella negra, él blanco, quienes en la década de los cincuenta del pasado siglo contrajeron matrimonio en el estado de Virginia, tras lo cual fueron arrestados y condenados a abandonar el estado debido a la prohibición del matrimonio interracial. A partir de ahí, el matrimonio se ve desplazado a la ciudad y, con el paso de los años, su situación íntima y personal coincidirá con las luchas por los derechos civiles hasta convertir su caso, finalmente, en un precedente para la posibilidad de la aceptación, a nivel legal, de los matrimonios interraciales.
El nombre de la película de Nichols tiene un doble sentido descriptivo. Por un lado, es el apellido del matrimonio; por otro lado, denota el carácter emocional o sentimental que anida tras Mildred y Richard, quienes en todo momento ven afectada la normalidad de su relación por la segregación racial. Nichols plantea Loving como un relato sobre una pareja imposibilitada a tener una vida normal, y lo hace planteando el componente melodramático de la historia desde una mirada honesta y sosegada, apoyada en las magníficas interpretaciones de Negga y Edgerton, sabiendo que, inevitablemente, debe acudir a algunos lugares comunes de este tipo de relatos pero haciéndolo desde una perspectiva personal y logrando no acentuarlos más allá de lo necesario. Porque su interés reside en acercarse a esa intimidad violentada por unas leyes racistas para, después, introducir esos problemas personales en una coyuntura política y social más amplia, siempre desde el acercamiento de cómo afecta a la pareja.
Humanista y emocional, Loving nos conduce a lo largo de varios años por la vida del matrimonio desde el momento previo a que se casen hasta que, en un final de gran belleza, consiguen comenzar a construir la casa en la que vivirán, con un magnífico trabajo con las elipsis, con una construcción de los planos que tiende a acercarse a los personajes, a sus rostros y cuerpos, creando con ellos imágenes que, por un lado, potencian el carácter íntimo de los personajes, de su momento; pero, por otro lado, buscan una cierta épica, sosegada y sin estridencias, que trascienda su cotidianidad. No son símbolo ni metáfora de nada, son simplemente dos seres que no pueden vivir la vida que quieren. Y a través de esa aparente simpleza expositiva, Nichols ahonda en la que quizá sea su película más ‘clásica’ a la vez que profundamente contemporánea. Ha optado por una cadencia rítmica y tonal cuya tranquilidad contrasta en gran medida con la convulsión personal y social del relato. Es posible pensar que Loving se asienta en ‘poco’, que es un relato demasiado sencillo, que apenas cuenta nada. Y en gran medida, es así. Pero, a su vez, ahí reside gran parte de sus virtudes: son las imágenes –lo que muestran, que lo que transmiten emocionalmente- las que van narrando cada momento, cada instante, creando el relato a partir momentos preciso en la vida del matrimonio –de ahí el gran trabajo elíptico-; es en ellas donde se debe encontrar el sentido último de Loving, porque Nichols consigue que cada momento, por pequeño e insignificante que pueda parecer, tenga un sentido completo dentro del conjunto.
Nichols, en un trabajo de humildad cinematográfica, al menos aparente, logra centrar la atención en los dos personajes para que, alrededor de ellos, vaya trazándose la narración, y con ella el discurso, el cual, por otro lado, no es novedoso a estas alturas. Pero el director consigue, por medio de la puesta en escena, que esos tropos narrativos que resultan familiares trasciendan su construcción en una película cuya brillantez surge, en gran medida, en su capacidad para hablar de grandes temas a partir de lo íntimo sin necesidad de alzar la voz, tan solo creando un relato humano y emocional en el que su carácter melodramático, y muy clásico, es reformulado por una mirada tan actual como personal.
Lo mejor: La dirección de Nichols y las interpretaciones de Negga y Edgerton.
Lo peor: Que su aparente sencillez pueda ser confundida con vacuidad.