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    Loving Pablo
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Loving Pablo

    Los narcos al sol

    por Marcos Gandía

    Decía Javier Bardem que uno de sus temores a la hora de maquillarse, caracterizarse y poner cara de Pablo Escobar en esta nueva película de Fernando León de Aranoa, era no dar del capo de la droga una imagen demasiado amable, incluso positiva. Dejando al margen que tal vez el acercarse al hombre, hacerlo cotidiano, digamos que humano, teniendo en cuenta al frío asesino que había también en él, era igual una cosa interesante (más que hacer un biopic gélido con muñequitos disfrazados), Bardem puede estar tranquilo: su Escobar es una mera caricatura, un personaje de una fotonovela unidimensional que jamás logra que nos interese, ni como monstruo ni como persona ¿enamorada? Más allá de la decisión de que todos los protagonistas de esta historia que está más cerca de esas reconstrucciones/recreaciones de documentales de tercera que de una película, hablen en inglés (cuando ni en la televisiva Narcos, con quien inevitablemente vamos a comparar Loving Pablo), que es una chorrada, vale, pero que acostumbrados a esas licencias en el cine desde toda la vida pues no importa, el film flirtea todo el rato con el desastre.

    Si no se precipita del todo de cabeza en él no es por Javier Bardem (perdidísimo) o por una Penélope Cruz tan estática e hierática (e imposible, increíble) como las pobrecitas que intentaron ser Grace Kelly o Diana de Gales últimamente en la gran pantalla; ni siquiera por un director absolutamente negado para el oficio, tan blando que es incapaz de ir más allá de lo convencional. Si no es un dislate total se debe a que Loving Pablo funciona como el ejemplo de las mentiras y las leyendas, la mitología, que envuelve al mismo personaje de Pablo Escobar (o al de esa mujer ¿fatal? que miente más que habla). La película de León de Aranoa es una mentira, es una serie de estampitas que se pretenden críticas pero que son ilustraciones hagiográficas de ecos de sociedad, de chismes de mesa camilla. Viejuna hasta decir basta, Loving Pablo debería venderse como uno de aquellos melodramas de tercera que hacía Sarita Montiel. No por nada Penélope Cruz es tratada como Saritísima, lo que hace que su personaje deje de resultar creíble; y no por nada Bardem y muchos de los secundarios parecen galanes de tercera de La reina del Chantecler o Mi último tango. Y uno pensaba que aquella otra aproximación a la figura de Pablo Escobar con Benicio del Toro era un rollo. Una obra maestra, Mankiewicz al lado de ésta. 

    A favor: Si se ve como un drama trash de Sara Montiel, funciona. 

    En contra: No hay por dónde cogerla. 

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