Conjura de amor
por Suso AiraParte este trabajo, con el cual debuta en la gran pantalla el realizador televisivo Jordi Frades, de un hándicap que puede jugar en su contra: ser un producto nacido y pensado desde parámetros cercanos a la pequeña pantalla. Quizás si se hubiera emitido en televisión como previa a la serie Carlos, Rey emperador y como cierre de las tramas de otro hit de la productora Diagonal TV, Isabel, habría tenido otro sentido, no habría tenido que ser juzgada al mismo nivel que los otros estrenos cinematográficos con los que ha de compartir cartelera.
No se lea esto como algo en contra de La corona partida, que me ha parecido más que correcta, sino como la simple constatación de que no deja de ser una tvmovie situada entre dos teleseries, pensada más para quienes fueron sus espectadores (que reconocen a los actores en sus personajes más que a los personajes históricos) que para el curioso que entra en una sala a ver qué será esto. ¿Y qué es? Pues, más allá de ese nexo entre dos productos que han tenido mucha audiencia en TVE, estamos ante cine histórico, género que fue inmensamente popular (y arma propagandística) en nuestro país en las décadas de los años 40 y 50 del siglo XX. Las producciones (superproducciones) de la valenciana CIFESA no andan muy alejadas de la primera impresión que tenemos ante La corona partida, aunque solamente sea porque, argumentalmente, trata el mismo tema que la Locura de amor de Juan de Orduña. Sin embargo, no es el film de Frades un melodrama desatado como el que protagonizara Aurora Bautista (ni Irene Escolar interpreta a Juan la Loca de la misma manera bigger tan life), ni una fantasía antiCIFESA lúbrica como la Juana la Loca de Vicente Aranda. Su principal interés, a pesar de que estéticamente cede, como Orduña, a citar textualmente la célebre pintura romántica sobre el tour con el cadáver de Felipe el Hermoso de la reina heredera de Castilla, es el diálogo y el juego político. Política de estado, de estados, obligaciones nobiliarias y una serie de conspiraciones donde se lucha, hablando (no, no hay escenas de grandes batallas: todo queda insinuado, en off o en el después, como en las series de la BBC de los años 70), por el poder. Igual es involuntario, o tal vez el guión de José Luis Martín ya quería hacerlo, pero estas maniobras políticas, ese hablar de una España (unas Españas) que se rompen… resulta muy moderno. Igual es que seguimos como en el siglo XVI.
A favor: Raúl Mërida resulta un muy entonado Felipe el Hermoso.
En contra: estamos ante un telefilme.