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    Suburra
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Suburra

    El precio del poder

    por Xavi Sánchez Pons

    Italia vive una era dorada del thriller, tanto en el cine como en la televisión. Apoyados en un material literario sólido, varios directores y guionistas han dado lustre a un género que ahora muestra su faceta más combativa y frontal en el país transalpino; reflejo de los escándalos de la era Berlusconi y la connivencia entre la mafia y la administración pública. Lo hacen sin miedo, disparando con bala a su clase política y visualizando el lado menos amable del mundo del crimen. Y lo hacen también mostrando su mejor cara como cineastas. Mateo Garrone se coronó con la fantástica Gomorra, y ahora Stefano Sollima, uno de los realizadores televisivos más laureados de Italia –Roma Criminal y Gomorra. La serie llevan su firma- hace lo propio con Suburra. Un thriller coral de dimensiones épicas con reminiscencias al imaginario de la tragedia griega, que supura el nihilismo del Kitano de Outrage y escupe con rabia contra el establishment italiano.

    Suburra parte de una novela de Carlo Bonini y Giancarlo De Cataldo, y su título toma el nombre de un suburbio de Roma cercano al mar en el que se proyecta una especie de Eurovegas. Ese es la chispa que pone en marcha un juego de poder entre diferentes clanes mafiosos y los estamentos públicos del país, el Vaticano incluido; guiño leído a El padrino: Parte III. Un juego de alianzas, corruptelas y desencuentros situado en el mes de noviembre de 2011 con el telón de fondo de la abdicación del Papa Benedicto XVI, el final del segundo mandato de Berlusconi y unas lluvias torrenciales que asolan la ciudad, dirigido por un todopoderoso capo de la mafia por encima del bien y del mal conocido como Samurai –un comedido y excelente Claudio Amendola.

    Sollima traduce en imágenes este relato de tono fatalista que rezuma desencanto y tristeza en su descripción de la naturaleza humana –aquí la moralidad o la vida de las personas no tienen valor alguno, y la bondad brilla por su ausencia. Es más, la figura del antihéroe es inexistente- de forma inteligente, apostando por una conseguida contraposición entre la belleza y plasticidad de una puesta en escena operística apoyada en canciones ensoñadoras de M83, y la dureza y ultraviolencia de los hechos que muestra. Una brillante operación, como esas canciones pop de bellas melodías y letras corta venas, para una historia compleja pero muy bien explicada que cuenta con protagonistas que se creen Tony Montana en El precio del poder,  políticos viciosos capaces de todo por ocultar sus crímenes (la fiesta loca del diputado protagonista que abre la película y que acaba en desgracia es de un explícito que pone los pelos de punta. Un ajuste de cuentas feroz a la clase gobernante italiana), y sujetos sin voluntad propia utilizados por la mafia que acaban protagonizando su particular versión de la leyenda de David y Goliat en un brillante e inesperado twist final.

    A favor:  Su valentía a la hora de mostrar las conexiones entre la política italiana y el crimen organizado.

    En contra: A veces se pasa de bonita y esteticista.

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