En julio de 2007, la familia Petit, en Cheshire, Connecticut, fue víctima de un brutal ataque por dos intrusos, lo que hizo que su vida cambiase por completo. Este trágico evento expone el profundo temor estadounidense al núcleo familiar, una angustia que impulsa a muchos a protegerse con sistemas de alarma y armas.
Sin embargo, la tragedia demuestra que, a veces, el mal irrumpe de manera violenta y directa, desmoronando la sensación de seguridad, justicia y comunidad que las familias esperan tener en sus hogares.