El donante
por Marcos GandíaDividida en dos partes desequilibradas, Reparar a los vivos hace de su título su nada oculto objetivo: un activista alegato a favor de la donación de órganos. Nada en contra, al contrario, pero sí que lo que en los primeros 45 minutos es un relato con mucho tacto y muy interesante sobre la fragilidad de nuestras vidas, incluso con un hálito poético (el accidente en la carretera, los flashbacks fantasmales), se convierta en su tramo simétrico final en un simple publirreportaje sobre la necesidad de donar. Que a la postre no te llegues a identificar jamás con la posible receptora del corazón del joven fallecido, que esos añadidos a su vida personal (la ex amante) y familiar (esos dos hijos que pululan por el film como meras sombras), es para quien esto firma un problema. Como lo es que otro de los grandes aciertos de la película, las relaciones entre los médicos y enfermeras con los pacientes y los familiares de éstos, se quede luego en la cuneta en detrimento de un casi documental sobre cómo funciona el protocolo de donación y trasplantes.
Nada que no veamos en la tele en, no sé, programas como Comando actualidad, todo filmado muy pulcramente en un intento de acercarse a lo que realizadores como Bertrand Tavernier habían hecho en ese terreno de la falsa realidad (Hoy empieza todo, Ley 627). Queda, eso sí, la secuencia de la extracción del corazón y su instalación en el nuevo cuerpo, con un momento muy bello donde ambos cuerpos, uno en muerte cerebral pero mantenido en vida por máquinas y otro anestesiado se funden en uno. Sin embargo, nada acaba por emocionar (y eso que aparecen fragmentos de E.T.: El Extraterrestre) en esa reparación de los vivos, que no era solamente la de un cuerpo enfermo necesitado de un órgano sano. Hemos de retroceder al inicio, muy hermanos Dardenne (pero con, nunca mejor dicho, corazón) para que sí que vivos y muertos caminen juntos, se sanen juntos y se enfrenten juntos a la vida y a la muerte. Con todo, tranquilos, que Reparar a los vivos nunca cae en la rutina amarillista de, verbigracia, John Q o el sonrojo y la vergüenza ajena de Siete almas.
A favor: ese momento de enamoramiento adolescente en bicicleta.
En contra: la enferma, la pianista lesbiana y los hijos de marras.