La vida de los otros
por Carlos LosillaEn Smoke (1995), sin duda la mejor película de Wayne Wang, uno de los protagonistas fotografía diariamente el mismo espacio urbano con la esperanza de conjurar algún extraño fantasma. En Mientras ellas duermen (2016), su último film, otro voyeur intenta preservar el paso del tiempo observando a una pareja atípica en el mismo hotel de la costa nipona donde se hospeda con su mujer. Smoke está basada en un relato de Paul Auster y Mientras ellas duermen toma como base una narración corta de Javier Marías. Y podría decirse, en fin, que la distancia cualitativa que separa a una de otra tiene que ver con los autores de referencia, pues si Smoke conserva algo de la prosa contundente y precisa de Auster, Mientras ellas duermen parece inscribir su lánguida deriva en la tradición de la retórica obsesiva de Marías. En cualquier caso, mientras la primera sigue siendo una pequeña obra maestra, la segunda intenta seguir sus huellas pero solo consigue perderse en sus propias divagaciones.
En efecto, Mientras ellas duermen es otra película sobre la mirada y la contemplación, allá de donde Wang parece extraer sus momentos más inspirados, como también ocurría en A Thousand Years of Good Prayers (2007). Y sus mejores fragmentos tienen que ver con eso: el modo en que el hombre aún joven observa al que está envejeciendo irremisiblemente (Takeshi Kitano, en otro de sus personajes inmutables) e intenta extraer consecuencias de esa fijación escópica. Wang filma esos instantes privilegiados de la trama como si se tratara de pasajes oníricos, como si fueran más soñados que vividos, y la coloración del film adquiere ahí un tinte flamígero, provoca una transformación de la realidad que la convierte en un universo insólito que parece surgir de la cabeza del protagonista. Sin embargo, en cuanto intenta unir esos momentos, otorgarles un suspense, el edificio entero de la película se viene abajo y el relato se convierte en una superficie plana, sin aristas ni matices.
He ahí, pues, el cine de Wang reducido a su más pura esencia: si desaparece el envoltorio que lo hace más atractivo, el mismo que en el fondo ilustra trabajos más bien lastimosos como El club de la buena estrella (1993) o Sucedió en Manhattan (2002), todo se desmorona. Por eso Mientras ellas duermen no soporta ninguna complejidad añadida a la torpe narración que le sirve de base. Por eso una película como esta, que debería basarse en un minucioso trabajo sobre la puesta en escena y el punto de vista, desgrana sus imágenes como si se tratara del álbum de fotos de la pareja de recién casados que la protagoniza, un desfile de estampas que en ningún momento dejan ver la compleja realidad que hay detrás. Y por eso nunca funciona en ninguna de sus dos posibles caras: como fábula de inspiración hitchcockiana, resulta banal y hueca, mientras que como reflexión sobre el modo en que construimos historias a partir de los otros, sobre la manera en que urdimos relatos desde las vidas ajenas, nunca va más allá de esos planos-contraplanos que la articulan pero jamás la densifican.
A favor: una trama intrigante y morbosa, por lo menos al inicio.
En contra: la insolvencia de Wayne Wang a la hora de otorgar densidad al esqueleto narrativo.