Un asunto de familia
por Carlos LosillaUn hombre llega a Sao Paulo para visitar a su padre. Hace tiempo que no se ven. El hijo vive en España, donde sigue su carrera de director de cine. El anciano continúa con su existencia solitaria, en parte por su dedicación obsesiva al trabajo, en parte por sus circunstancias personales y sentimentales, pues entre otras cosas abandonó al chico y a su madre para irse con otra mujer. El restablecimiento de la relación filial entre estos dos tipos, pues, se hace difícil, pero algo juega a su favor: estamos en 2014 y se está celebrando el Mundial de Fútbol de Brasil. Por lo menos, se trata de algo que comparten, la pasión por ese deporte, por hablar de ese deporte. Pero ¿es esa su única afinidad? Con un argumento como este, cualquier cineasta podría haber confeccionado un bonito melodrama sobre la vejez y la cercanía de la muerte, sobre la dificultad de las relaciones intergeneracionales, sobre la crisis de la mediana edad. El director Sergio Oksman y su guionista habitual, Carlos Muguiro, en cambio, prefieren partir de la realidad para llegar a una ficción oblicua, esquiva, equívoca. En efecto, el hijo se llama Sergio y es el director de O futebol, mientras que el padre se llama Simao y es su progenitor real.
Quizá algunos de ustedes ya estén un poco hartos de eso que llamamos “no ficción”, ese trasunto del viejo “documental” que ha dado al cine español de los últimos años algunos de sus mejores triunfos, pero cuya fórmula también está mostrando alarmantes síntomas de agotamiento. Últimamente, parece que todos podamos tener un abuelo o una abuela, un pueblo o un barrio, un amigo raro o una mascota adorable que merezcan ser protagonistas de una historia interesante. No se trata de eso. O, por lo menos, O futebol demuestra que no se trata de eso. Con ese tipo de material, hay que proceder a una elaboración minuciosa, a una construcción sólida de la puesta en escena, y convertirlo todo en una ficción en la que, a la vez, podamos ver cómo respira la realidad. Pues bien, la película de Oksman es exactamente eso: por un lado, la relación real entre Sergio y Simao palpita en cada plano, se hace evidente en cada conversación que mantienen; por otro, sabemos que ahí existe la mano de un cineasta que ha conseguido estilizar ese punto de partida para transformarlo en una estructura fuerte y sólida, aunque también sometida a los vaivenes del azar. El viejo sueño del cine, hacer visible la emoción de lo real a través del artificio, llega aquí a un nivel insospechado.
El gran logro de O futebol, así, consiste en extraer imágenes conmovedoras de todo esta operación. A menudo los planos se ofrecen rígidos, intentan ordenar aquello que la realidad muestra como un caos intratable, pero no pueden evitar que todo nos alcance como si tuviera que ver estrechamente con nuestras vidas. En el intersticio entre una frase y otra, cuando se habla de fútbol pero sabemos que en realidad se quiere hablar de otra cosa, o en aquello que separa un plano de otro, cuando parece que estemos siguiendo una vieja trama de padres e hijos pero en el fondo accedemos íntimamente a la historia de esos dos hombres que se niegan a mostrarse tal como son, la apuesta de la película se juega al desnudo, sin trampa ni cartón. Por eso O futebol demanda un espectador activo, alguien capaz de escarbar en esos huecos, en esos vacíos que finalmente se convierten en una gran ausencia.
No se dejen engañar por las apariencias, pues la película de Oksman va mucho más allá de lo que parece. Habla, sí, de padres e hijos, incluso de la dificultad de las relaciones humanas, pero también de la dificultad del cine, de las limitaciones de su lenguaje para mostrarlo todo sin resultar indecente o tramposo. Y de ahí a plantear una propuesta moral solo hay un paso: del mismo modo en que las relaciones con nuestros mayores se han vuelto extrañas, a veces imposibles, también nuestra relación con el cine está cambiando, pide algo más que la película de Oksman deja en evidencia. Nuestra implicación emocional con las imágenes ya no procede tanto de la identificación pura y simple como de percepciones más complejas, más cambiantes, que oscilan entre la realidad y la ficción. Y en eso, O futebol resulta ser una película no solo extraordinariamente pedagógica para entender muchas claves del cine de ahora, sino también próxima, cercana, decisiva para que entendamos un poco más el gran misterio: ¿acaso nuestras relaciones familiares no son también una gran ficción a la que, sin embargo, somos incapaces de renunciar?
A favor: Su hermosa ambigüedad, algo que el cine reciente olvida con demasiada frecuencia.
En contra: Debería gozar de mucha más audiencia del que seguramente va a conseguir, pues se trata de una película popular en el más amplio sentido del término.