Narrativas personales
por Israel ParedesLa novela homónima de Julian Barnes que sirve de base a Ritesh Batra, con Nick Payne como guionista, para El sentido de un final resulta a primera vista tan complicada de llevar a pantalla, debido a su trabajo tan literario, como sencilla, gracias a que posee una estructura y un desarrollo dramático, en apariencia, casi superficial, si bien gran parte de sus enormes virtudes residen precisamente en conseguir trascender esa superficie mediante un sólido trabajo estilístico y discursivo. Batra y Payne han conseguido ser fieles mediante una traslación a pantalla que se asienta más en la segunda parte que en la primera de la novela, para romper la narración casi lineal, con salto en el tiempo entra una parte y otra, mediante un trabajo fragmentado que sirve para ir elaborando varias realidades alrededor del personaje principal, Tony Webster (Jim Boradbent), un hombre ya retirado, viviendo una vida solitaria tras su divorcio, quien recibe una herencia inesperada que hará que un pasado que tenía más o menos olvidado se presente ante él en la forma de la duda.
Porque El sentido del final propone una historia sobre un personaje que adecuó los hechos del pasado a su conveniente subjetividad vital, esto es, para seguir hacia delante de manera cómoda y sin conciencia. Pero llegado ese momento, de repente, descubre que aquellos sucesos que pensaba inalterables y objetivos, poseen las suficientes aristas como para comprender que fue injusto poniendo de relieve, además, que algunos de sus actos, para él intrascendentes, poseyeron no poca relevancia para los demás. La película plantea, a su vez, ciertas ideas sobre los mecanismos de la memoria en cuanto a construcción, esto es, a cómo unos mismos hechos no son inmutables y sí dependientes en ocasiones del recuerdo particular, en este caso, además, modificados, o bien, asimilados de una manera precisa.
Batra construye una película sencilla en su planteamiento visual, intentando llevar a cabo un trabajo con las imágenes que traduzca en la medida de lo posible las líneas de Barnes. Eso conlleva que en determinados momentos haya algo convencional en ellas, que no consigan sus propósitos. Con una perfecta geometrización de los planos y de los encuadres, que esconden a menudo mucho más de lo que muestran, Batra crea alrededor de Tony un mundo ordenado que no se corresponde y contrasta con la inquietud interior que se instaura en su vida. En ese sentido, la frialdad de la aproximación al personaje y a la historia, no exenta de emoción cuando es necesario, crean unas imágenes muy frías, casi planas, pero que son perfecto vehículo para dar forma a un personaje que en ningún momento resulta simpático. De hecho, la película pierde el tono irónico y cómico que Barnes introduce en su novela, capaz de modular a la perfección diferentes tonos expresivos.
El sentido de un final posee esa extraña virtud, que en determinados momentos deviene en defecto, al apelar a lo enunciativo con el fin de conseguir trascenderlo mediante la forma, lográndolo, aunque no en todo momento. En cualquier caso, estamos ante una película que plantea mediante una historia concreta, como lo hacía la novela, algunas ideas de gran trascendencia para cuestiones de identidad, de su construcción. Porque Tony ha creado a lo largo de su vida una narración alrededor de él, una realidad conveniente para poder seguir hacia delante. Una ficción que es puesta en cuestión cuando recibe esa herencia y comienza a investigar qué pasó exactamente, descubriendo una verdad que no podía esperar.
No es de extrañar que Batra introduzca de manera puntual en El sentido de un final comentarios, a través de la radio, por ejemplo, sobre el llamado brexit, durante el rodaje tan solo una propuesta, dado que esta historia íntima, personal, acaba hablando, y mucho, de cuestiones de identidad y pertenencia, de mirar al presente y a lo que nos rodea, como le sucede a Tony en su relación con su hija, elemento añadido a la película; pero también sobre la creación de ficciones y de narrativas adaptadas a lo que conviene para poder, o bien seguir con la vida de manera tranquila y sin grandes cuestionamientos, o bien para crearse una narrativa personal conveniente que ayude a todo tipo de intereses.
A favor: Todo el reparto y el buen trabajo atmosférico y narrativo.
En contra: La puesta en escena de Batra funciona para sus propósitos pero en ocasiones se echa de menos algo más de inventiva.