El delicioso desvarío que es la historia de este súper cerdo entrañable, nos lleva tantas veces en dos horas desde la ilusión más primaria hasta la decepción absoluta de manera tan inmisericorde, que uno no sabe bien si amarla u odiarla.
Okja es una propuesta decididamente animalista que lejos de intentar camuflar su intención, presume y alardea de ella. Es un alegato contra el trato al que sometemos a nuestros animales de granja industrial. El problema es que, como todo alegato corre el riesgo de derivar en panfleto simplista, y eso es lo que ocurre en gran parte de esta irregular apuesta.
El director Coreano Bong Joon-ho construye un hermoso cuento cuasi infantil lleno de ternura durante la primera mitad de la película. Un relato sencillo sobre amor incondicional entre la pequeña Mija y su mascota Okja, una especie de cerdo gigante creado en los laboratorios de la multinacional MIRANDO y dejado al cuidado suyo y de su abuelo durante diez años. Cuando la compañía decide llevar a Okja a New York para recibir el premio al mejor súper cerdo, (y con otros oscuros propósitos) Mija emprende una temeraria persecución para rescatar a su mascota. Hasta ahora todo es perfecto. El relato es limpio, claro, es emotivo y podría ser en sí misma una gran película infantil. El problema viene a partir de aquí.
La excesivamente evidente intencionalidad del mensaje lastra un guión irregular, escaso e ineficaz; o es ese guión quien convierte la moraleja en moralina. Irregularidad absoluta, y falta de un objetivo concreto en su errático guión lastran sin remedio la segunda mitad de la película
Toda la fuerza de ese cuento infantil se diluye en situaciones repetidas y repetitivas que estancan la historia en una especie de ciclo sin fin y nos sume en una sensación de deja-vu continua. Apenas queda espacio para la sorpresa. La emoción del primer tramo se convierte en sensiblería facilona. Sólo en algunas secuencias el director coreano deja aflorar su fuerte personalidad. Difícil lo tiene, por otra parte, al contar con personajes y situaciones estereotipados y en demasía caricaturizados. Jake Gyllenhaal fracasa en su mamarracha representación de una estrella mediática en declive y Paul Dano sólo sobrevive a ratos como yuppie activista. Sólo la camaleónica Tilda Swinton con su doble papel construye personajes a la altura de las exigencias de la fábula y de su director.
Joon-Ho recurre a su característico sentido del humor aunque con poco acierto en esta ocasión. A pesar de salvar con él ciertas escenas, acaba ridiculizando, seguramente sin pretenderlo, posturas como el veganismo o el activismo ecologista. Con ello contribuye a despistar aún más a un espectador que nunca acaba de saber muy bien qué es lo que está presenciando ni cómo sentirse ante ello.
Impecables la puesta en escena y los efectos digitales que lejos de contribuir a la excentricidad proporcionan un entorno casi palpable.
Sobresaliente, aparte de esa primera media película maravillosa, toda la secuencia final con su evidente paralelismo con el Holocausto y los campos de concentración nazis, en que sí resurge esa emoción primaria, nos escupe en toda la cara y nos retuerce ese lugar donde guardamos la vergüenza.
Muy lejos de su "Rompenieves", Okja no pasa de ser una fábula muy irregular que sin ser inofensiva tampoco causa tanto malestar como ara que nos acordemos de ella.