Nada más iniciarse las primeras escenas ya sabemos que vamos a ver una película de protesta contra los estamentos burocráticos de la sociedad. Pero si vemos que "Yo, Daniel Blake" ( mejor película del festival de Cannes del 2016, BAFTA mejor film británico, Goya mejor película europea, César mejor película extranjera) detrás de la cámara está Ken Loach y del guión Paul Laverty, por cierto a este guionista le da tiempo para trabajar con su pareja, Iciar Bollaín, en otros proyectos como "El olivo" ( sus colaboraciones vienen desde "Tierra y Libertad" una visión particular de la Guerra Civil española desde el punto de vista del bando republicano con los soldados extranjeros; "Mi nombre es Joe" que cuenta la historia de un parado y alcohólico; "Solo un beso" donde las diferencias religiosas son muros invisibles que separan a una pareja de enamorados; "El viento que agita la cebada" trata la lucha armada y las divisiones del IRA en la Irlanda de principios del siglo pasado; "En un mundo libre" donde los trabajos de esclavitud para inmigrantes en la actualidad son una muestra de que la marginación humana está latente y otras tantas de una filmografía extensa y suculenta de temas de protesta necesarios), entonces ya no nos separará la certeza de que hasta el final nos van a contar un montón de injusticias sociales. La protesta mayor se la lleva la burocracia estatal que muestra la cantidad de papeleo que se ha de realizar ante la imposibilidad de trabajar de un tipo con una cierta edad que le ha dado una hostia en su corazón y ha de demostrar que no se encuentra en condiciones para trabajar, pero antes ha de pasar por un sinfín de entrevistas, rellenado de documentación y tribunales médicos. Ese personaje, interpretado por Dave Johns, carpintero de profesión, gruñón por las causas cívicos me recuerda y mucho a aquel personaje interpretado por Clint Eastwood en "Gran Torino", donde desde su mala leche de viejo gruñón y resentido quería implantar las verdades como puños de la vida. Nuestro personaje es un tipo de lo mas desinteresado por las cosas que no le importa lo más mínimo arreglar los grifos de una desconocida con tal de realizar una obra de caridad. Las cosas que hace ese carpintero son sencillas casi como aquel conductor de autobuses, "Paterson" de Jim Jarmusch que pasaba la vida con sus tareas de conductor de autobuses y apuntando poesía en su libreta. En principio nos puede resultar un tanto maniquea, que se posiciona demasiado del lado de los desprotegidos, pero siempre y cuando se acerque a la realidad y la muestre tal y como sucede pues es interesante darse cuenta de esas marginaciones que se producen a nuestro lado, pues en la mayoría de las ocasiones miramos hacia otro lado.
Las empresas quieren personas sanas que nunca enfermen que den un rendimiento siempre total, al máximo de beneficios de lo contrario ya no sirves dentro del engranaje capitalista, te arrinconan ya no vales para ellos, no les produces el rendimiento esperado. El personaje, con una edad avanzada, le ha dado un latigazo el corazón y se ve impedido para seguir currando. Los médicos tienen la última palabra para obsequiarte con un retiro digno o que sigas con la miseria de tu enfermedad para pedir un miserable puesto de trabajo. No basta con querer trabajar, ni decir que ya estás bien, en condiciones, pues te lo han de firmar.
Así las cosas, el enfermo no está suficientemente enfermo para dejar de trabajar pero no lo bueno como para no hacerlo, es decir que no puede cobrar las prestaciones por desempleo ni las de enfermedad, se queda en una isla en tierra de nadie sin contribución alguna
. A todo esto, debe rellenar formularios y más documentos con solicitudes y valoraciones o quedarse sin ningún tipo de compensación económicas Esto le acarrea una serie de problemas añadidos, pues no entiende ni papa de ordenadores, el ratón lo sujeta por el cable como si se tratara de la cola de uno de verdad. Todo ello le acarrea un descontrol que no logra entender la cantidad de tiempo perdido en cosas que son tan sencillas de resolver, no le entra en su cabeza y se rebela contra ello. Daniel es un defensor acérrimo de las causas justas, por eso siempre se manifiesta a favor de los desprotegidos y les ayuda desinteresadamente, porque lo considera necesario. En definitiva, las desgracias se acumulan alrededor del protagonista, que nos pueden parecer demasiada, pero un caso como éste no es que esté mal contarlo sino que es necesario verlo, para darnos cuenta de donde nos encontramos y hacia dónde vamos con estos comportamientos.