El cine perdido
por Alejandro G.CalvoYa en 1990, cuando Michael Crichton publicó su novela Jurassic Park, un jugoso relato de aventura 'sci-fi' situado en un parque de dinosaurios moderno que, a la vez, estaba plagado de las teorías del caos que el profesor Ian Malcolm iba contrastando y ratificando mientras los dinosaurios arrasaban con todo, había cierto aire de déjà vu. Al fin y al cabo, la idea de crear un parque temático revolucionario en lo científico donde las criaturas del mismo se revelaban asesinando a los despistados visitantes, Crichton, ya la había llevado a cabo en su segundo largometraje como director: Almas de metal (1973). Lo que entonces eran robots tematizados, ahora eran dinosaurios de la época jurásica: la ciencia-ficción ponía en solfa los problemas de la ciencia cuando se escapaba de las reglas éticas de la no-ficción; si juegas a ser Dios, igual viene un tyrannosaurus rex y te arranca la cabeza.
Steven Spielberg adaptó la novela de Michael Crichton en 1993 en una película que fue todo un fenómeno, tanto cinematográfico como social. Parque Jurásico conjuntaba una aventura secular, brillantemente narrada, que al fin y al cabo era Spielberg quien dirigía, junto con unas imágenes 'sci-fi' nunca vistas antes. La tecnología estaba cambiando a pasos agigantados en los años 90 y la imagen digital de última generación permitió a los espectadores de la época ver dinosaurios como si estos fueran reales (hubo hasta una leyenda urbana de que se habían descubierto dinosaurios reales: el mundo cambiará con los años pero la locura seguirá intacta). Era imposible no dejarse fascinar por esas nuevas y fantásticas imágenes, era también imposible no cegarse ante lo que eso implicaría para el cine futuro.
Casi treinta años después llega a los cines Jurassic World: Dominion, sexta entrega de la saga jurásica, tercera desde que se decidiera resucitar bajo los mandos del director Colin Trevorrow en Jurassic World (2015). Y el mundo (y el cine) ha cambiado lo suficiente como para que el espectador haya empezado a desarrollar unas severas cataratas oculares frente al despiporre CGI con el que Hollywood nos ha sacudido a lo largo de todo este tiempo. Es difícil lograr fascinar cuando las imágenes no dejan de epatar: la grandilocuencia de la imagen cinematográfica contemporánea ha acabado por saturar los receptores emocionales del espectador porque cuando todo ya es posible queda muy poco espacio para la sorpresa. La solución es sencilla: si ya no nos va a impresionar ver a un gigantosaurus en pantalla, al menos acompáñalo con una historia que sea tremebunda. Pero no, Hollywood ha descubierto otro filón para hacer que la gente vaya al cine: las recuelas, la adoración a las películas-altar, el sampleo y la remezcla desvergonzada de películas icónicas -eso nadie lo discute- tratando de explotar la nostalgia de los espectadores ya talluditos por reencontrarse con sus héroes de la infancia. Cualquiera les culpa viendo cómo han funcionado en taquilla todos estas películas muertas-vivientes.
Así que los responsables de Jurassic World: Dominion no se lo han pensado dos veces: a falta de un guión creíble, vamos a unir en una sola película a los protagonistas de Parque Jurásico y de Jurassic World que, a buen seguro, los fans de una y otra película se abrazarán en comunión global eclesiástica. Si le ha funcionado a Star Wars, Cazafantasmas, Matrix y Top Gun, ¿cómo no va a funcionar con las películas de dinosaurios? Pues bien, aciertos al margen de la película -la idea de mutar langostas (el insecto ortópero, no el crustáceo a 70€ el kilo), el buen hacer de las actrices Bryce Dallas Howard y Laura Dern, alguna secuencia de acción bien planificada (el avión siendo atacado por pterodáctilos), el arranque con la convivencia en el mundo real de dinosaurios con humanos (¡ahí había una gran película!) y pocos más etcéteras- el principal problema de la película dirigida por Trevorrow es que no parece tener mucho que contar aunque tenga demasiado que mostrar.
La película o va muy deprisa o va muy lenta, hay buenas ideas -ejemplo: los velociraptores teledirigidos- pero se acaban muy deprisa porque ya pasamos a otro dinosaurio / historia y… nunca más se supo. Las acciones en paralelo de los distintos grupos de personajes, jóvenes y mayores, cuando por fin logran juntarse, ¡no pasa nada! ¡Parece que hayan quedado para hacerse un selfie! Quiero decir, si tienes a Jeff Goldblum / Ian Malcolm de vuelta en acción, joder, aprovéchalo. Pero no, vamos rápido, pasemos pantalla, no sea que esto se pare en algún momento y alguien se pregunte qué demonios estamos haciendo aquí. Que es exactamente lo que uno acaba preguntándose, pero no ya delante de Jurassic World, también delante de la nueva serie de Marvel -¿habéis visto ya Ms. Marvel?-, del nuevo producto de Star Wars -¿habéis visto ya Obi-Wan Kenobi?-, del próximo aparato nostálgico que nos vayan a tirar con toneladas de marketing a la cabeza… delante de la propia deriva del cine en sí mismo.