Noruega, siglo XIII
por Quim Casas¿Uno de los fines del denominado cine histórico es explicar al espectador hechos relevantes de la Historia de modo más o menos inteligible y a través de la narrativa de la ficción y la representación? Si es así, que no debería serlo en su totalidad, son muchas las películas históricas que no consiguen sus fines. Pongamos como ejemplo El último rey, producción mayoritariamente noruega que relata hechos decisivos para este país acontecidos entre 1204 y 1206, una época de inestabilidad y de rivalidades entre clanes agravada por la muerte del monarca y el nacimiento de un hijo ilegítimo que un sector proclamó como el futuro rey de la nación.
El bebé se llama Haakon Hakonson. En el relato se explica más o menos bien su nacimiento fuera del matrimonio real y el hecho de que se convierta en símbolo de una Noruega mejor que terminaría con la violencia de la guerra civil. Los partidarios del recién nacido, que reinó como Haakon IV, se llaman birkebeinerne, y quienes lo persiguen para matarlo reciben el nombre de baglers. Para un espectador noruego, o alguien muy interesado en la historia de aquel país, los problemas de ubicación y entendimiento serán menores, pero para los profanos en la materia es necesaria una rápida excursión por Internet para saber quienes eran y que representaban estos dos bandos, ya que en el film poco más se nos dice.
Los primeros fueron una agrupación político-armada constituida por campesinos rebeldes que dominó el país a partir del reinado de Haakon en 1217, mientras que los segundos eran otra agrupación política y armada que formaron, esencialmente, mercaderes, clérigos y aristócratas. De todo esto poco se dice en el film, cuyo itinerario apuesta más (y quizá mejor) por la aventura épica y la fotogenia de los lugares en los que transcurre la acción.
El cine, de hecho, no tiene ninguna obligación para con la Historia, aunque obviamente tampoco la puede traicionar o manipular. Así que entre algunas cosas que se dicen en el film de Nils Gaup (director de cierto prestigio a finales de los ochenta gracias a Pathfunder, el guía del desfiladero) y las lecturas históricas posteriores, uno acaba haciéndose una idea aproximada de cómo resultó la Noruega de los primeros años del siglo XIII. Hay algo positivo en todo ello: la película acaba resultado estimulante (y efectiva) por algo tan simple como provocar el interés y la curiosidad por los recovecos más profundos del periodo histórico que está recreando.
Pero no es su único valor, afortunadamente. Gaup elimina la retórica del heroísmo, filma con concisión las batallas y las persecuciones con esquíes en las montañas nevadas –no recordaba algo así desde Los héroes de Telemark, film de Anthony Mann ambientado también en Noruega, pero en la ocupada por los nazis–, solo flirtea con el tono bárbaro habitual en este tipo de relatos y, además, se muestra muy sencillo y hasta delicado en las prolongadas escenas en las que los dos protagonistas juegan con el pequeño y desprotegido Haakon para disimular su hambre y evitar su llanto, mientras escapan de las huestes de baglers entre mantos de nieve y auroras boreales.
A favor: el relato sin ninguna pausa y la captura fotogénica de los lugares.
En contra: un cierto batiburrillo al contar los elementos históricos.