Castillos en el aire
por Marcos GandíaResulta curioso que el tema de muchas de las películas dirigidas y pensadas para un público infantil presente (como su hermana literaria inmediatamente mayor: las novelas young adult) una preocupación obsesiva por lo apocalíptico. En este último ejemplo, El parque mágico, la fantasía, el mundo de la fantasía, vuelve a estar en peligro de desaparecer. No por las maquinaciones de cuentos de hadas de villanos imposibles (como acontecía en, por ejemplo, La historia interminable de Michael Ende, llevada al cine por Wolfgang Petersen), sino por algo más aterrador si cabe: el olvido. Así, igual que Thanos hizo desvanecer a media humanidad, o que la madurez de Andy dejó huérfanos y a la intemperie de la tragedia existencialista a los juguetes de Toy Story 3, el olvido de los niños pone el cartel de propiedad condenada en ese universo alternativo poblado por parlantes animales que habita El parque mágico.
La fantasía se desmorona, las hadas mueren si no crees en ellas (vaya, Peter Pan; esto viene de lejos, pues) y solamente una niña, a quien todos tratan de que madure, de que deje de ser una niña con imaginación, podrá salvarla. A partir de esta premisa, no por familiar al género menos inquietante, la película, que ha contado con los talentos del canal Nickleodeon y de nuestra factoría de cine de animación Ilion, nos traslada a ese otro lado del espejo para pedirnos que (literalmente) reconstruyamos la diversión y la inocencia perdida.
El parque mágico es precisamente eso: una reconstrucción, no solamente física de esas atracciones locas en modo cartoon, escenario de la mayoría de los gags y momentos cómicos y de espectacular acción del film, sino de un cine infantil que buscaba en la esencia de la sencillez su virtud. Sencillez no hay en El parque mágico: convierte la hipérbole y el looping, el más difícil todavía cinético y visual, en el montaje y motor de su circo de cinco pistas. Es difícil a veces seguir el ritmo de la película, quizás a tono con la exuberancia de la imaginativa fantasía de la infancia. La acumulación perjudica levemente al resultado final, como ese aspecto clónico en el diseño de personajes, intercambiables con cualquier otra producción, sea de la Pixar, DreamWorks, Illumination o la propia Ilion.