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    Nagasaki, recuerdos de mi hijo
    Críticas
    2,5
    Regular
    Nagasaki, recuerdos de mi hijo

    El valor del perdón

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Han querido los azares de la distribución que se estrenen este mes de mayo de 2017 dos películas del veterano Yoji Yamada, ambas de tono e intenciones muy distintas pero que epitomizan no sólo las principales líneas narrativas del melodrama que practica desde hace al menos una década el cineasta japonés sino también de una cierta tradición del cine nipón: a saber, la familia, el trauma de la bomba atómica, la posibilidad del perdón. Si Maravillosa familia de Tokyo se fijaba en la institución familiar como excusa, por decirlo de manera algo ligera, para regresar a Yasujiro Ozu, Nagasaki: Recuerdos de mi hijo de nuevo toma el motivo familiar para hablarnos de la bomba H y de las implicaciones morales de la hecatombe.

    A sus 85 años, Yamada no tiene que rendirle cuentas a (casi) nadie y tal vez Nagasaki: Recuerdos de mi hijo sea su película más cristalina. Historia de fantasmas pero también relato sobre el deber moral, el perdón y la redención (cristiana), la cinta nos habla de una madre y de sus charlas con su hijo (que regresa del más allá), como si estuviéramos delante de una suerte de sitcom melodramática cuya intimidad protege a los protagonistas y al espectador de la destrucción que se nos ha enseñado en el impactante prólogo.

    Entre bromas, cálidas conversaciones y miedos por un futuro negado al fantasma del hijo, que se van trenzando en esos encuentros a la luz de la lámpara de bambú (en escenas demasiado reiterativas y que en ocasiones no conducen a lugares concretos de la historia), Yamada poco a poco van introduciendo el verdadero mensaje del filme: la idea de dejar marchar al ser querido, a pesar de todo el dolor que provoca. En este sentido, el cineasta pone en escena una poética extraña pero conmovedora que insiste en el cielo como aquello de donde proviene la muerte pero también la salvación. Este filme nos habla de ser capaz de olvidar lo primero para abrazar lo segundo.

    A favor: Que Yamada está de vuelta de todo, incluso de sí mismo.

    En contra: Es un trabajo cuyos cambios de tono son bastante desconcertantes.

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