Rockumental: La forma también cuenta
por Quim CasasEl documental de rock, o de cualquier otro género musical, no debe ceñirse a la entrevista con el personaje biografiado, con sus amigos, familiares y colaboradores, con algún periodista musical o el productor de su disco más célebre, incluir algunas imágenes de una grabación y de unos cuantos conciertos y, si es el caso, la influencia que tal o cual músico han recibido del protagonista. El denominado rockumental puede ser también muy creativo, ir más allá de la figura retratada en cuestión y establecer un lenguaje propio, de modo que pueda interesar tanto a los amantes del músico como a los seguidores de quien está detrás de la cámara. Un documental de música se va a ver muchas veces por el tema (un grupo, un movimiento, un concierto, un festival) y no por la forma, por mucho que Julien Temple, David Maysles, Les Blank, el Martin Scorsese de El último vals, el Jonathan Demme de Stop Making Sense o el Jim Jarmusch de Year of the Horse hayan demostrado cómo se debe filmar los músicos, y la música, de manera creativa.
En esta tesitura, en pleno festival In-Edit de Barcelona, aparece un filme como Eat that Question: Frank Zappa en sus propias palabras, un espléndido documental sobre el autor de Hot Rats y Joe’s Garage elaborado con paciencia casi franciscana y metodología precisa. Su director ha estado diez años recopilando material de Zappa: entrevistas, actuaciones, primeras apariciones en público haciendo música experimental con la rueda de una bicicleta, manifestaciones políticas, intervenciones televisivas. Pero el resultado no es una película de montaje virtuoso, sino un documental que se sirve de ese aluvión de imágenes para trazar un discurso que incluso va más allá de la propia personalidad musical de Zappa y propone, sucintamente, el retrato de una generación y de un país en permanente conflicto.
Está el Zappa compositor y guitarrista, pero aflora también el Zappa combativo, el freak contracultural que representó en los primeros tiempos de The Mothers of Invention, el Zappa agitador y socarrón, el cronista social y autor incisivo que desmenuzó los solos de guitarra con wah wah al mismo tiempo que, a través de las ácidas letras de sus temas, se reía de lo que él llamaba gente de plástico, fueran burgueses o hippies impostados.
El título, sacado de una de las canciones de The Grand Wazoo, disco de 1972 registrado con lo más parecido a una big band, es eminentemente zappiano: cómete esa pregunta. Y durante todo el filme, Zappa recibe muchas preguntas, pero no se come ninguna, y si lo hace, las digiere con calma y contraataca con celeridad. Porque uno de los detalles más significativos del filme de Thorsten Schütte, además de sus impagables y en muchas ocasiones inéditas imágenes de archivo, reside en como utiliza las entrevistas, dejando que respiren, que las respuestas sean largas y se capture, así, el gesto de Zappa, tan decisivo como lo que dice. Si el rockumental tiende a reinventarse, Eat that Question marca el camino.
A favor: el discurso social y musical, el inmenso fondo de archivo.
En contra: como tantos otros documentales de rock, es un filme difícil de vender en circuito comercial.