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    La correspondencia
    Críticas
    2,5
    Regular
    La correspondencia

    La posibilidad de la inmortalidad

    por Israel Paredes

    Después de un trabajo como La mejor oferta, La correspondencia podría parecer a primera vista una película más pequeña, menos aparatosa, por parte de Giuseppe Tornatore, como si el cineasta italiano, en realidad para narrar una historia muy parecida o al menos alrededor de temas muy cercanos a aquella, hubiera querido dirigir una obra más controlada en todos los sentidos. El resultado, eso sí, es inferior a ella, pero no carente de interés incluso pudiéndola considerar, en general, como fallida.

    Tornatore ha concebido La correspondencia como un doble trabajo artístico, dado que ha escrito, a la par, una novela. Con La mejor oferta hizo lo mismo, pero escribiendo el libro después de la película, pero en esta ocasión el trabajo, en principio, ha sido paralelo lo cual resulta revelador sobre el resultado del film (no podemos por ahora saber cómo ha sido en la novela). Porque uno de los problemas que durante todo el metraje arrastra La correspondencia se encuentra en su excesiva literalidad, en su abuso de la palabra de manera, en general, injustificada: leemos en pantalla los mensajes de textos o los emails que los protagonistas se envían a la vez que escuchamos leerlos, ahogando con ello el alcance de las imágenes, y de las palabras. Si se tiene en cuenta que la película está construida en gran medida, como su título indica, en la correspondencia mantenida entre Ed (Jeremy Irons) y Amy (Olga Kurylenko), profesor y alumna convertidos en amantes que tan solo se ven de manera ocasional, entonces, esa reiteración impide que el relato avance con fluidez, ralentizando su ritmo. No obstante, la historia que narra Tornatore, quizá, no daba para tanta duración.

    Sin embargo, la película consigue presentar interés por su carácter exploratorio de la narración antes que por la construcción de ésta, o, lo que quizá es lo mismo, por aquello que va quedando sin desarrollar que por lo que expresa abiertamente. Tras una secuencia de apertura magnífica en la que Tornatore establece gran parte de los elementos que irán desarrollándose durante la película, incluso algunos que solo se perciben cuando suceden avanzada la acción, la película plantea una pequeña intriga que, una vez resuelta, conduce la historia por una interesante lectura de cómo las tecnologías podrían, con sus limitaciones, por supuesto, usarse dentro del sueño de inmortalidad. En este caso para trascender la muerte para poder seguir creando una sensación de cercanía, de ayuda. El contexto de la astronomía que rodea a Ed y Amy ayuda a ampliar la idea anterior, creando incluso un cierto tono de fantasmagoría alrededor de la realidad.

    A diferencia de La mejor oferta, Tornatore realiza una puesta en escena en La correspondencia más sencilla, menos ampulosa, y en ocasiones convencional, que recuerda, por ejemplo, a su trabajo en La desconocida, en ocasiones convencional. Rehúye en la mayor medida posible caer en un exceso emocional, consiguiéndolo tan solo a medias, pero eso, a su vez, resta a la película de potencia. Todo queda, diríamos, en un punto intermedio, sin desarrollar convenientemente. Cuando en un momento determinado aparecen las grabaciones de Ed que no había usado para enviar a Amy, mostrando la dura realidad que se escondía tras sus actos, la película recula y no desarrolla lo que era, posiblemente, el elemento más interesante de La correspondencia, la cara más sombría de un relato hasta el momento más amable. Un ejemplo de cómo Tornatore se ha quedado a medio camino en casi todo, como el no apostar por una narración más plenamente visual. En cualquier caso, queda una película interesante, como decíamos, más por lo que plantea en sus márgenes que por lo que desarrolla.

    Lo mejor: Irons y Kurylenko.

    Lo peor: Las constantes lecturas de los emails y mensajes y la falta de riesgo de Tornatore.

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