Mi cuenta
    María Magdalena
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    María Magdalena

    Revisionismo sin riesgo

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Hay figuras de la historia, o que pertenecen a cierto imaginario relacionado con lo sagrado, a las que resulta imposible no representar sin salirse de la tradición marcada. Sucede, sobre todo, con los personajes religiosos –también con ciertas autoridades políticas: ahí está el caso de censura en Rusia de La muerte de Stalin, de Armando Iannucci–, y el biopic María Magdalena, con Rooney Mara en el papel de la ‘apóstol de apóstoles’ y con Joaquin Phoenix como Jesucristo, sólo hace que confirmar ese respeto, demasiado riguroso, con el que todavía hoy interpretamos algunas cuestiones del pasado.

    María Magdalena es una película que revisa, en clave feminista, el relato de la única discípula mujer de Cristo, que se vio marginada de los textos oficiales cuando el papa Gregorio Magno en el siglo VI puso en circulación que era prostituta, y que el único papel que tuvo en el camino hacia la Cruz del Hijo de Dios fue el de limpiarle los pies, arrepentida, y llorar en el calvario el sacrificio del Mesías. En 2016, su figura se restituyó y el cine ha aprovechado la coyuntura para ofrecernos esta nueva versión de su vida, a cargo de Garth Davis (Lion). 

    El arranque de María Magdalena es prometedor: una imagen de un cuerpo sumergido, ingrávido, en el mar –metáfora de la caída y del renacer del ritual del bautismo–, nos remite a las estampas trascendentales del cine de Terrence Malick, y anuncia la delicadeza con la que se aproxima a la figura de Magdalena, una mujer adelantada a su tiempo, independiente, y que huye de la idea de ser sometida a las imposiciones del patriarcado. Davis filma muy bien esa presentación, delimitando de manera muy clara la separación de roles y espacios según el género –las mujeres en el interior del hogar o como fuerza de trabajo doméstico; los hombres en el exterior y sin tantas obligaciones laborales como sus compañeras–, y subrayando los anhelos que hacían de María una mujer con otro tipo de perspectivas.

    Todo ese esfuerzo narrativo encomiable se difumina, sin embargo, cuando Magdalena se transforma en una seguidora de Jesús. No es que Joaquin Phoenix encarne a un Jesucristo dogmático precisamente –más bien ofrece el perfil de un hombre místico, bondadoso y temeroso a la par que resignado ante su destino–, pero en cuanto él toma el protagonismo los rasgos distintivos de Magdalena comienzan a diluirse. Con todo, es emocionante cómo Davis insiste en la idea de la empatía como el vínculo que une a María y Jesús. Es una imagen conmovedora, que merecía mucho más espacio.

    A favor: Tahar Rahim como Judas Iscariote.

    En contra: Desde la entrada de Jesús a Jerusalén, la película olvida todas las buenas ideas que proponía.

    ¿Quieres leer más críticas?
    Back to Top