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    Corporate
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Corporate

    Nunca en horas de oficina

    por Marcos Gandía

    Inspirada en hechos reales (la frasecita de marras que tanto gusta a publicistas que se las ven y las desean para vender una película), los de la ola de suicidios que se cernió, cual plaga bíblica de estos tiempos modernos de la caída del imperio capitalista, en una conocida multinacional de comunicaciones francesa, Corporate se despega de seguir el informe periodístico y judicial del caso para preferir hacer un thriller de suspense, casi un whodunit claustrofóbico. No es la primera vez que esa noticia que saltó de las páginas de sucesos a las de debate da pie a una ficción cinematográfica.

    La española La punta del iceberg, con Maribel Verdú (lo único destacable de la función), tomaba ese punto de partida, esa estadística terrorífica, como excusa para una teatral pesquisa sobre las miserias del capitalismo más cercana a El método Gronhölm que a lo que podría haber ejecutado Costa-Gavras (¿no era su hitchcockniana Arcadia algo ya semejante?) o incluso el Lauren Cantet de El empleo del tiempo o la Nicole Garcia de El adversario, curiosamente ambas (junto a nuestra La vida de nadie, de Eduard Cortés) inspiradas en otra luctuosa y verídica situación hija de las lacras del universo fratricida y cainita laboral. En cambio, Corporate, sin abandonar jamás ese sustrato de feroz varapalo a los mecanismos caníbales y autodestructivos del sistema capitalista, prefiere ser cine de género. Tampoco es que se vuelva un film de terror con ejecutivos que van cayendo como moscas (ya se han hecho varios) o que tome al David Mamet de Glengarry Glen Ross para una polanskiana miniatura de maldades macbethianas en unas oficinas de lujo de una corporación no menos lujosa y maquiavélica. Corporate es un ejercicio de misterio, malvado, que se diría el episodio definitivo de Colombo dentro de La torre de los ambiciosos, añejo melodrama corporativo de Robert Wise. Una reunión de sospechosos, pero sobre todo de tácticas eliminatorias, de manipulaciones y de oscuros intereses que están más en la onda del conspiranoico thriller setentero, pero no el norteamericano, sino el francés, el de aquella joya todavía necesitada de una urgente revaloración titulada I, como Ícaro, de Henri Verneuil. Conspiraciones y cuantas de pagos; epidemia de suicidios y power points… El infierno, en suma. Juguetona (su reparto entero parece disfrutar tal que si estuviera sobre un escenario interpretando Diez negritos) vuelta de tuerca al drama social. Seguramente más efectivo que éste.

    A favor: Su aspecto de alambicado y cabroncete thiller de misterio.

    En contra: Cuando el film se ve obligado a ponerse más “serio”.

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