Kathryn Bigelow nos vuelve a contar una interesante historia, esta vez basada en sucesos que acontecieron en la ciudad de Detroit en el año 1967. Rodada con pulso firme, la película nos hace una introducción de la situación que se vivía en aquella época donde los negros del sur se desplazaban a las zonas industriales del norte con la esperanza de lograr unas mejores condiciones de vida. A través de varios personajes, nos adentramos en la ciudad de Detroit. En concreto a una redada policial que desata la indignación y la revuelta.
La película transcurre así con un interés notable, bien rodada y no decayendo el ritmo hasta la llegada al Motel Algiers. Es aquí donde Kathryn Bigelow consigue los picos más altos de dirección, narración y tensión. Son unos 40 o 50 minutos que dan la sensación de estar contados a tiempo real, simplemente sublime.Te quedas pegado a la butaca y el tiempo pasa sin que te des cuenta. Esa parte es sensacional, te trasmite la angustia y el miedo, así como la impunidad con la que actúan los diferentes cuerpos destinados a la "seguridad". El racismo, el odio más rancio, ese tufo a segregación que emanaban los estados unidos de los 60, te envuelve por completo y te llega dentro.
Es una cinta que invita a la reflexión y a remover conciencias, adolece sin embargo de una crítica social más refinada. No pierde más de dos minutos, en la escena inicial del film y a modo de introducción de los créditos, en explicar un contexto meramente descriptivo de la situación social de la ciudad, en la que se vivían fuertes discriminaciones hacia la población negra en materia laboral y social. Posiblemente hubiera sido mejor para el relato incidir más en las causas que provocaron tal aumento de tensión continuo hasta el estallido final. La ambientación es magistral, así como la fotografía. Al enlazar imágenes reales de los disturbios, a menudo creemos que estamos viendo un documental, cosa que ayuda un poco más a meterse en la historia. La dirección es espectacular, las grabaciones a mano, los constantes cambios y movimientos, le da al film un realismo y una autenticidad muy difíciles de conseguir.
Las actuaciones son bastante notables y creíbles. Destacando la de Will Poulter, que me pareció extraordinaria, sobresale por sobre el resto con gran diferencia, se devora cada una de las escenas en las que aparece, le llegas incluso a odiar. Jhon Boyega no está mal del todo, aunque le falta un poco de chispa. El resto del reparto están bastante aceptables, Algee Smith, Jack Reynor, Ben O'Toole, Hannah Murray, Anthony Mackie, Jacob Latimore, Jason Mitchell y Kaitlyn Dever entre otros, no desentonan en ningún momento.
En definitiva, unos hechos propios de lo que podemos ver en un documental que, aunque ficcionalizados, son de imprescindible visionado para comprobar que lo que ocurre en cualquier barrio norteamericano no es algo reciente, que hunde sus raíces en la historia del país, una historia que no interesa entender y que tiene difícil arreglo. Es un potente grito de protesta contra el racismo y la violencia sin sentido que humillaron a la comunidad afroamericana en los años 60s. No solo lo que se sufrió, sino lo que se sigue sufriendo sobre todo en Estados Unidos.