New York, New York
por Xavi Sánchez PonsBendita esquizofrenia la de Nueva York, que igual sirve para tener a Gene Kelly y Frank Sinatra cantando y bailando en sus calles, que de guarida para el asesino de Maniac o el perturbado protagonista de Taxi Driver. La nueva película de Carles Torras, gran triunfadora del último Festival de Cine de Malága, se alinea más en esto último: lo de los personajes alienados al borde de la locura que subsisten en apartamentos de mala muerte en la Gran Manzana. En este caso concreto, un aspirante a actor publicitario ultra-religioso y asocial que se gana la vida haciendo mudanzas. Su jefe está interpretado por el gurú del terror indie americano, el incombustible Larry Fessenden, que también ejerce como co-productor bajo el amparo de Glass Eyes Pix. El último esfuerzo de Torras poco tiene que ver con el cine español que se hace en la actualidad –quizás por ello se haya tenido que ir a los Estados Unidos para llevarlo a cabo-, y a pesar de no ser un obra redonda, las deudas a otras cintas similares son demasiado evidentes y la factura algo amateur, sí que supone una bocanada de aire fresco para el cine de aquí.
A grandes rasgos, Callback es la historia de cómo un sociópata en apariencia inofensivo, va perdiendo poco a poco la cordura hasta transformarse en un asesino. Torras hace partícipe al espectador de todas las filias y fobias inconfesables del protagonista en una experiencia vouyerística sórdida y enfermiza; esa cámara oculta que utiliza el protagonista para espiar a la chica que se queda a dormir en su casa. De hecho, esa es la cualidad más destacada del filme, el retrato frontal sin concesiones y el desenmascaramiento de Larry, un Martin Bacigalupo que se llevó el premio al mejor actor en Málaga. Su personaje es una mezcolanza de algunos vistos en otros títulos similares: Combat Shock, Henry, retrato de un asesino, Simon Killer, o la antes mencionada Taxi Driver. Ahora bien, como decíamos un poco más arriba, los referentes de Callback son demasiado evidentes, y los resultados obtenidos la aproximan más a un exploit –esa factura descuidada y algo pobre en la puesta en escena-, que a una reformulación con enjundia capaz de dialogar con sus mayores. Aun así, tiene el encanto de ser una rareza absoluta dentro del cine español que se atreve a jugar con acierto la carta de la incorrección política dentro del género. Una propuesta interesante que no merece pasar desapercibida.
A favor: su carácter perturbador y enfermizo.
En contra: se le ven demasiado las costuras.