Dos actores de reparto y un guión son quienes concentran la fuerza de este drama/comedia negra/thriller: Woody Harrelson, Sam Rockwell y el guión de Martin McDonagh.
Si alguien ha visto la anterior película de McDonagh. "Siete Psicópatas", seguramente no se sorprenda tanto con esta nueva entrega; comparte los mismos aciertos y los mismos errores. Eso sí, ambas son igualmente disfrutables, aunque quizás estos tres anuncios tengan una escritura más clara.
Tres anuncios es (me parece) una buena película.
Utiliza como macguffin la contratación de tres vallas publicitarias abandonadas, en un pueblo de esos perdidos de la Norteamérica profunda que tan buenas historias nos han dado, para denunciar la pasividad de la policía local ante un caso de violación y asesinato de una adolescente, y así hacer un retrato de esa América puritana y llena de prejuicios. O al menos para intentarlo.
Lo que parce una linea argumental clara, sencilla y directa, pronto empieza a tomar varios caminos paralelos, entrecruzados, oblicuos e incluso alguno sin salida.
Uno de esos caminos nos da lo mejor de la película, que es sin duda la construcción e interpretación, absolutamente soberbia y magistral, que hace Woody Harrelson de su personaje. Un personaje secundario que se convierte de alguna forma en el centro de la historia, tanto en la pantalla como en nuestros corazones.
Otro de esos caminos nos lleva al segundo gran valor estos tres anuncios: nuevamente la construcción e interpretación que hace Sam Rockwell de ese oficial de policía racista, homófobo, machista, vago, violento, despreciable, infantilizado, "borderline" y con complejo de edipo. Posiblemente el personaje más mimado por el guión y por el director y que acaba haciendo suya la película, al menos cuando woody harrelson no está físicamente en pantalla, y que sirve de vehículo para los mejores giros del guión.
Una interpretación de esas que uno no puede más que alabar y que te arrastra por una montaña rusa de sentimientos hacia él. Impecable.
Hay más caminos, todos ellos recorridos de la mano de grandes actores y actrices; de un reparto ejemplar en su elección y en su ejecución. Alguno de esos caminos se pierde en la nada, e incluso ralentiza el tercer acto, pero aportan una calidad coral a la cinta que casi siempre le beneficia.
El guión de McDonagh es la tercera fuerza de su película. A pesar de esos caminos sin salida que antes he nombrado, y a pesar de algún que otro bache, la historia está bien contada. y no sólo bien, sino de manera inteligente, amena, original, y sin perder ni tensión ni interés.
Salpicado de diálogos chispeantes, directos y contundentes, y de un humor ácido, negro y en ocasiones absurdo, ejerce de sólida columna vertebral, sosteniendo todos los elementos de la película, repartiendo generosamente momentos de gloria...y dejándose salvar por sus magníficos personajes cuando de vez en cuando flaquea.
Nada en los peores defectos de esa sociedad puritana y enferma, se nutre e incluso se mofa de ellos. Sin embargo nunca acaba de bucear en ellos ni de comprometerse del todo. No arriesga moralmente, a pesar de lo que pueda parecer. Y, a mi gusto, a pesar de lo inteligente de ese final abierto, me deja exactamente igual que al principio de la película: sin respuestas (que no siempre son necesarias), pero también sin preguntas.
Quizás en manos de otro director más directo, más comprometido con el espectador y menos autocomplaciente, hubieran encajado todas las piezas tan bien que hubieran elevado la película de buena a magnífica. A sobresaliente, en vez de notable. A una obra recurrente en nuestra memoria...incluso a un pequeño clásico. Pero tendremos que conformarnos con lo que hay, que no es poco.
Y no, no me he olvidado del papelazo que escribe para esa enorme de actriz que es Frances McDormand, y que interpreta como si hubiera nacido para él. Pero también es cierto que no me sorprende, o no me deslumbra, como los dos que he nombrado, incluso como los de otros actores del reparto. Quizás porque ya estoy demasiado acostumbrado a verla en estos registros...y quizás también porque durante ese tercer acto queda un poco desdibujado y un poco olvidado. Pero sería muy injusto si no me rindiera ante ella.
Una película digna de verse, que seguramente gustará a la mayoría, entusiasmará a unos cuantos y que, cuando menos, hará pasar un buen rato a quien se acerque a ella. Una de esas que en unos años rememoraremos con una sonrisa cuando alguien nos la mencione, aunque no nos acordemos exactamente de qué trataba.
Y por favor: la la améis, o la odiéis por sus premios. Eso os lo pido como favor personal.